Una INTELIGENCIA ARTIFICIAL para ALBERTO CAMPO BAEZA
Como bien sabéis, uno de nuestros arquitectos más admirados es
Sigue leyendo...Importante reflexión que nos hacen llegar y que no tiene desperdicio.
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Han tenido que pasar dos años desde que dejé de trabajar con el cliente más tóxico que ha pasado por mi vida para que pueda escribir esto. Resulta que el nivel de disgustos que me producía trabajar con él era directamente proporcional al nivel de ingresos. Y claro, con la que está cayendo, ¿cómo vas a dejar a tu “mejor” cliente? ¿Vas a mandar a la mierda la colaboración más estable y rentable que tienes? ¿Y si el problema es que tú eres muy tiquismiquis y en realidad no es para tanto?
Esas son las preguntas que me hice repetidamente durante los años que duró esa colaboración, entre 2019 y 2022.
Antes de que esto empezara, allá por 2018, cuando decidí emprender y dedicarme al modelado 3D y visualización, ya estaba más que acostumbrada a recibir el típico comentario de “Ah, pero entonces tú no eres “arquitecta arquitecta” o “Ah, pero si te dedicas a eso, entonces no estás ejerciendo” o “¿Y entonces para qué has estudiado arquitectura?”
Por aquél entonces me sentía una auténtica fracasada al recibir esos comentarios y me disponía a responder con una extensa e innecesaria explicación para justificar el rumbo de mi trayectoria. Ahora, 6 años después, me río de mí misma al recordar mi reacción ante esas opiniones y pienso: Pues anda que si me preguntan ahora, que mi trabajo consiste en “no ejercer” de arquitecta por las mañanas y ejercer de instructora de yoga por las tardes… Total, que me apetecía ponerme el título de “ex-arquitecta” para esta carta, en honor a todas esas personas que emiten sus opiniones cargadas de juicio, con toques despectivos, sin tener ni idea de tu vida ni de la materia sobre la que están hablando.
Por cierto, aunque mi nombre no importa, puedes llamarme Lisa.
Para contextualizar, acabé la carrera de arquitectura a finales de 2014. De los 6 años en la Escuela, salvo maravillosas excepciones que, realmente, transmitían ilusión por la materia, recuerdo profesores intentando asustar, desmotivar y desvalorizar a los alumnos. Especialmente los profesores de proyectos y dibujo. Por aquél entonces, eran “mis referentes”. Ahora los veo como arquitectos frustrados que “sólo quedaron para enseñar en la universidad” ya que sus prósperos estudios de arquitectura se habían venido abajo en esos años tan duros de crisis. Era muy común que un profesor ridiculizara o hiciera llorar a un alumno. Parece que eso les hacía sentir mejor de alguna forma, aunque enseñar arquitectura o transmitir conocimientos no estuviera incluido en el pack. ¿Te suena de algo? A mí me resulta preocupante, especialmente sabiendo que, más de una década después, sigue ocurriendo lo mismo en algunas Escuelas.
Entre 2015 y 2018 estuve en un estudio de arquitectura pequeño, haciendo el papel de arquitecto multiusos o chica para todo. Era falsa autónoma. Pero, ¿sabes qué? Lo recuerdo con mucho cariño. El dueño del estudio llevaba todos los años de crisis sobreviviendo lo mejor que podía, poniendo siempre sus mejores intenciones y sin pagar sus frustraciones con nadie. Recuerdo que siempre me decía: “El día que vuelva a oler la tierra mojada de una excavación al inicio de una obra, seré feliz”. Costó mucho, pero ocurrió. Un proyecto de viviendas, por fin, se hizo realidad.
Eso sí, durante esos 3 años descubrí que eso no era para mí. El proceso del proyecto se convertía en una auténtica competición para ver quién era más pillo y sacaba más provecho. Constructora, promotora, cliente…todo eran problemas, pegas y disputas. Recuerdo hacer verdaderos tetris en AutoCAD para “encajar” proyectos de vivienda colectiva en los que era “necesario” obtener una vivienda más por planta. ¿Esto es una vivienda? Obviamente esos proyectos no llegaban a construirse; así que, no había tierra que oler ahí.
¿Te suena de algo? A mí me parece preocupante, especialmente viendo cuántas promociones de vivienda colectiva se venden ahora a precio de lujo porque “es una vivienda excepcional de 3 dormitorios en una comunidad exclusiva con piscina y zonas comunes” pero la estancia más espaciosa tiene 3,00 m de ancho y la memoria de calidades del edificio construído no se parece en nada a la que compras sobre plano, al menos en cuanto a calidad.
Tras ese proyecto que salió bien y mucha presión sobre mi espalda por dejar un trabajo estable, decidí dirigirme hacia la periferia de la arquitectura y especializarme en la comunicación visual, ya que tenía claro que así podía aportar mucho más. Por suerte, llevaba tiempo siguiendo a arquitectos, como Stepienybarno, que hacían una maravillosa labor para desmitificar la figura del arquitecto que se sienta en su estudio y diseña proyectos como la única opción respetable si has estudiado arquitectura. Pero jamás imaginé que esa presión sobre mi espalda acabaría siendo tan literal.
Tenía muy claro que yo tenía que hacerme valer y esforzarme a tope al trabajar por mi cuenta; así que, dedicaba 25h/día a desarrollar mi trabajo y mi cuerpo empezó a quejarse. No le hice caso, porque era importantísimo trabajar hasta la extenuación para ganarme la vida. Frases del tipo “hasta que no termine de modelar las vigas no voy a mear” o “hasta que no termine este render no me acuesto (siendo las 3:00 AM)” eran de lo más comunes en el día a día. Total, ya se había instaurado como algo normal durante la carrera.
¿Te suena de algo? A mí me parece preocupante, especialmente escuchando ahora que tantos compañeros del sector están viviendo situaciones similares y lo ven como algo completamente inevitable.
Mientras enlazaba una ciática y/o lumbalgia con otra, apareció esta oportunidad que comentaba al inicio de la carta.
¡Oh! una colaboración online estable, modelando en metodología BIM y con una retribución económica aceptable para como estaba el patio. No podía ser mejor, ¿no?
Pues el trabajo en sí estaba bien, el problema era que el dueño de la empresa era una persona un tanto difícil. Para que no se me escape el nombre, llamémoslo Voldemort.
Voldemort era una persona tremendamente exigente, malhablada, irascible, workaholic y sociópata, por resumir.
Cada email o llamada suya consistía en una reprimenda bien cargada de reproche porque, o bien no trabajabas lo suficientemente bien o lo suficientemente rápido. Un error era algo así como el peor crimen que alguien puede cometer o, como poco, una falta de respeto gravísima hacia el trabajo y los compañeros y los plazos de entrega (imposibles de asumir) eran totalmente necesarios para él. Si había que echar 15h al día o los fines de semana, pues había que echarlos.
Si tú no podías más con tu vida y necesitabas invertir menos horas, Voldemort te dejaba bien claro que, por tu inoperancia y falta de disponibilidad, uno de tus compañeros se iba a quedar sin dormir para terminar tu trabajo. Supongo que, si no se entrega un 3D en un plazo récord, el mundo se acaba.
¿Te suena de algo? A mí me parece realmente preocupante.
Y no, no me refiero a que existan personas como Voldemort. Eso va a seguir ocurriendo. Incluso él lo hacía lo mejor que podía en ese momento. Me refiero a todos los que colaboramos por aquél entonces con él (unos 5 arquitectos) y asumimos esas exigencias innecesarias y desmedidas y esos chantajes emocionales que llevábamos considerando “normales”, como mínimo, desde la Escuela. Yo tuve mucha suerte ya que no solía llamarme, así que no me comí casi ninguna de sus pataletas iracundas. Sin embargo, otros compañeros no eran tan afortunados. Cuando recuerdo cómo uno de ellos me contaba que cada vez eran más frecuentes las visitas al hospital porque pensaba que le iba a petar la patata de los ataques de ansiedad que sufría, me hierve la sangre.
¿Cómo damos lugar a perder la salud por un trabajo y/o una persona con aires de dictador y nula empatía hacia sus compañeros?
Por cierto, ¿recuerdas lo que decía de mi espalda? Bueno, pues yo fui afortunada por no ser casi nunca la diana de los ataques de furia de Voldemort, pero mi espalda no lo fue tanto. Las visitas a urgencias por lumbalgias que me dejaban literalmente sin poder moverme empezaron durante esta etapa. Pero, claro, es que trabajar 15 h delante de un ordenador con el culo aplastado en la silla y todos tus músculos atrofiados es necesario, porque tienes que ganarte la vida.
¿Te suena de algo? ¿No te parece preocupante?
Bueno, vamos con la parte positiva, que ya va tocando. Sí, casi todos los colaboradores salimos de ahí (excepto uno, que acababa de empezar). Pero no, no salimos de forma heróica (aunque me habría encantado). Básicamente, no firmamos un contrato de colaboración que Voldemort envió como requisito indispensable para continuar con el trabajo, en el que, para que te hagas una idea, una de las cláusulas decía que si te ponías enfermo, tenías que avisar con X días de antelación (no recuerdo el número exacto de días, pero unas 2 semanas). Si no, te tocaba asumir los gastos de la persona que entrase a seguir con tu trabajo durante el tiempo que estuvieras malito. Sí, lo has leído bien.
Desde entonces, soy más pobre en dinero y más rica en salud. Llevo años sin visitar un hospital por dolores de espalda, ya que uno de los cambios que hice en mi vida fue darme cuenta de que habito un cuerpo.
Me pasé tantos años desconectada de él que, cuando empecé a practicar yoga de forma constante, me costaba muchísimo entender lo que ocurría. Mi cuerpo estaba agotado tras el ejercicio y me dolían músculos que no sabía ni que existían, pero me sentía despejada, libre, viva.
Y, adivina qué. Tras dejar esa tóxica colaboración, aparecieron oportunidades con personas realmente maravillosas que valoran el trabajo y el ser humano que hay detrás, aunque tuviera tan interiorizado que esto era una utopía que todavía me cuesta creerlo.
No, no está siendo todo un camino de rosas. Tiendo a la autoexigencia desmedida, al auto-saboteo y a sentir que mi trabajo nunca es suficientemente bueno. Han aparecido de forma esporádica clientes con cierto parecido con Voldemort en cuanto a exigencias. Hacer descansos sabe raro, como si estuviera perdiendo el tiempo. Tomarme un día libre implica tener que compensarlo al día siguiente para poder “merecerlo”.
Además, ahora “me pillo” cayendo en esos mismos patrones también en mi trabajo como instructora de yoga.
Pero, gracias a eso, puedo observar estos patrones, aceptarlos, no culparme y entrenar mi mente para que genere recursos que lleven hacia nuevos patrones más saludables y útiles para la vida.
Igual te has preguntado cómo se me ocurrió embarcarme en la aventura de hacerme instructora de yoga, que no tiene nada que ver con la arquitectura.
Es sencillo. Mi vida dio tal giro cuando empecé a incorporar el movimiento consciente y constante, que sentí la necesidad de compartir con el mundo eso que tanto bien me estaba haciendo a mí.
Leo y escucho a muchos compañeros del sector que han normalizado tener dolores recurrentes o crónicos en su cuerpo por tanta tensión acumulada y por no encontrar tiempo para mover su cuerpo, independientemente de su edad. Agacharse sin que sus rodillas sufran o levantarse del suelo sin emitir un quejido es lo habitual.
¿Te suena de algo? A mí me parece preocupante.
Pero, por suerte, puedes mover el cuerpo y entrenar la mente para recuperar la movilidad y la libertad que te pertenece por ser un humano. Sólo necesitas práctica y paciencia.
Gracias por leerme
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2 COMENTARIOS
Ileana
13/09/2024¡Cuánta lucidez e inspiración en tus palabras, Lisa! Muchas gracias por compartir tu experiencia. Admiro tu coraje y determinación. ¡Un fuerte abrazo!
Patricia
11/09/2024Todo lo que has dicho es cierto. Desde la escuela , desde tu primer «trabajo» ( prácticas la mayoría no remuneradas por no tener experiencia y cuando la adquieres …. ) , falsa autónoma , lumbalgias , migrañas y ciáticas. Sin añadir otras enfermedades crónicas que aparecen derivadas de la alimentación.
Me alegro por tu cambio . ❤️