El vértigo del “no”
Hoy, os animamos a echar un ojo al post (trabajo de curso) que nos hace llegar el alumno Rafael del Castillo Sánchez-Apellániz de la última edición de CURSO ONLINE de PRODUCTIVIDAD para arquitectos.
¡Esperamos que sea de vuestro interés!
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Desde el inicio del curso se percibe una coherencia natural entre todos los conceptos que poco a poco van hilando el discurso. Entiendo que de cualquiera de los temas que se tratan se muestra una visión inicial, casi superficial, siendo todos ellos una materia en sí mismos, con entidad suficiente para ser un campo de especialización. Sin embargo, el conjunto y el orden del contenido aportan una visión general que nos descubren una “actitud” para enfrentar el trabajo cotidiano y la proyección profesional y personal, que ponen al alumno en un precipicio de auto-análisis frente a sus antiguos hábitos y costumbres. Más allá de herramientas específicas, lo más valorable es precisamente el “trauma” de enfrentarse a ese análisis.
En mi caso personal, tras varios años mareando la perdiz de la productividad con herramientas propias, y desde la más estricta “autodocencia”, es muy liberador advertir que no sólo es una preocupación pertinente, sino que hay miles de páginas escritas sobre el tema, y, lo que es mejor, su plena vigencia, como así demuestran la infinidad de aplicaciones tecnológicas destinadas a este campo y su gran cantidad de usuarios en muchos y diversos ámbitos.
Dicho esto, y como avanzaba al principio, el análisis de nuestra manera de enfrentar la profesión desde las preguntas adecuadas, enseña que no sólo se trata de tener una serie de herramientas más o menos sofisticadas para la gestión cotidiana del trabajo, sino una visión completa de lo que hacemos y cómo lo hacemos, poniendo nuestros objetivos personales en el centro.
La capacidad de tener presentes en todo momento nuestros objetivos (partiendo de que ya es un avance aprender a reconocer dichos objetivos) y el esfuerzo diario en detectar las acciones que nos acercan o alejan de esos objetivos, supone una brecha fundamental en la manera (al menos la mía) de entender una profesión que, de partida (y esto es otro detalle del curso, en el que vemos a muchos compañeros en situaciones similares) se supone como una vocación sacrificada, en la que el beneficio económico y el tiempo libre son la cima de una montaña a la que sólo los privilegiados y los desalmados tienen acceso.
Dentro de este camino hacia el control de nuestros destinos profesionales, hay distintos momentos que plantean una verdadera ruptura con ciertas actitudes “clásicas” de la profesión, totalmente interiorizadas tras años de actividad. Concretamente, entre las más arraigadas, son aquellas que establecen un compromiso casi inmediato de servicio a cualquier precio. Desde el momento en que nos vinculamos a un cliente o un proyecto, el resultado (la eficacia, entendida como se describe en el blog de Stepienybarno), se antepone a todo lo demás. Al margen de la eficiencia o la efectividad.
Así, y después de filtrar algunos de los criterios aprendidos en el curso, uno descubre que muchos de los encargos que conforman el grueso del trabajo con que cuento a día de hoy (o el momento por el que pasan en la actualidad) son totalmente opuestos a mis objetivos personales o profesionales.
Este descubrimiento, frente a una renovada voluntad de alcanzar objetivos específicos, casi olvidados, nos pone en una situación drástica a la hora de tomar determinadas decisiones. Es ahí donde entran de lleno algunas de las conclusiones surgidas tras el curso. A la hora de decir que no. A otros y a nosotros.
En mi caso particular, esta reflexión me lleva en las últimas semanas a replantear mi relación con un par de clientes, precisamente en una época en que la incertidumbre por la crisis sanitaria sobrevuela el mercado.
El vértigo del que se hace mención en el título se produce en el momento en que uno establece unas nuevas condiciones de cara a determinados trabajos, que, una vez puestas en conocimiento del cliente, suponen, al principio sorpresa, posteriormente enfado (o casi), y por último, una decisión (del cliente) que puede suponer el final de determinados encargos. Definitivamente, esta acción cambia la percepción que el cliente tiene de nosotros, más allá de sus consecuencias, y lo que es mejor, o más potente; cambia la nuestra.
Esta reflexión está escrita precisamente en ese tiempo de calma tensa. A la espera de una decisión, y con un escenario incierto por delante.
Sobre los autores:
Rafael del Castillo Sánchez-Apellániz, arquitecto de Sevilla. Actualmente formo parte de Cate&Nelson/delCastillo, en asociación con el estudio de diseño Cate&Nelson, chapoteando en charco donde interior y mobiliario siguen siendo parte del proyecto de arquitectura.
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Autores del post: Stepienybarno _ Agnieszka Stepien y Lorenzo Barnó
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