En general, desde Stepienybarno, nos gusta más pensar en positivo que en negativo, intentado resaltar el buen trabajo de cientos de profesionales que se rompen los cuernos a favor de la arquitectura. Sin embargo, de vez en cuando, pensamos que no está mal traer a primer plano algún despropósito, para aprender lo que no hay que hacer.
Así, muchas veces se confunde arquitectura con otra cosa que, si os parece adecuado, podríamos llamar espectáculo. Son muchos años de efecto Guggenheim campando a sus anchas por nuestro territorio y demasiados armatostes caídos del cielo para mayor gloria de sus autores y de quienes les contratan.
El ego de algún arquitecto, sumado a la desFACHAtez de más de un político y multiplicado por el beneplácito de otros muchos, ha sembrado nuestra geografía de artefactos inservibles para poco más que ocupar portadas en rotativos que hacían la ola a todo este despilfarro.
En realidad, no se trababa de cualquier arquitecto, estamos hablando de ser arquitecto “de élite”, no de los del montón. Y precisamente este afán por ser diferente, por dejar el sello del autor en el edificio hace que mucha supuesta arquitectura deje de serlo y que la verdadera arquitectura se encuentre en arquitectos con menos nombre pero más compromiso con la sociedad.
Así que, hoy, como excepción, damos entrada en nuestro blog a arquitectos que normalmente no son muy bien recibidos, a modo de circo de los horrores.
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