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Blog de STEPIEN Y BARNO – publicación digital sobre arquitectura
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CONTACTOS, CODAZOS Y ENCHUFES

enchufe

El mundo de la búsqueda de trabajo siempre ha sido complicado. Con la llegada de la crisis, y el azote extra para nuestro sector de la arquitectura y la construcción, todavía más. Si eres arquitecto recién titulado, conseguir un empleo decente en España, puede llevarte a salir en las noticias.

A todo ello, hay que sumar las prácticas poco saneadas y que dentro de nuestro mundillo arquitectónico también se han producido.

Aun con todo, veremos qué ideas pueden ayudar en estos complicados tiempos.

La corrupción campa a sus anchas en nuestro país; desde las más altas esferas cada día nos llegan noticias que nos revuelven el estómago. El poder político, arrodillado ante los mercados, ha claudicado a los sobresueldos y todo tipo de marrullerías.

Ante este panorama, aparecen nuevos rostros en política que, más allá de sus colores o tendencias, proponen como idea fundamental que si los que mandan lo hacen desde la honestidad y los que son más ricos pagan más impuestos (como en el resto de Europa), habrá dinero para hacer las cosas mucho mejor.

Aunque generalizar siempre es injusto, podemos afirmar que este es el país que nos cobija, y dentro de él, en nuestro mundillo arquitectónico, nos hemos acostumbrado a demasiadas prácticas desaconsejables y, a menudo, poco éticas.

Podemos ir de lo más gordo a lo más sencillo. ¿Lo más escandaloso? Pues, evidentemente, haber consentido que, hasta el estallido de la burbuja, una gran parte de los ladrillos que se han puesto en este país los ha dictado el sector inmobiliario. La mayoría de los políticos han sido seducidos por el ansía de cortar cintas de inauguración y nadie se preocupó demasiado porque nuestras ciudades y pueblos estuvieran creciendo de manera ilógica y desmesurada. Nosotros, los arquitectos, como mano ejecutora del despropósito, también tenemos nuestra parte de culpa. ¿Los que más? No, los que más los otros; pero nosotros también. Pero… ¿todos? Claro que no. Solo unos pocos, los que se han inflado a construir, a construir mal para ser más exactos, mientras nuestras instituciones, por cierto, miraban para otro lado, mientras se agarraban a la poltrona. Aun así, nos guste o no, la sociedad, nos ve a todos como culpables del desaguisado. Y nos ve, porque nuestra profesión – y aquí sí, todos -, nos hemos puesto en un pedestal y hemos pasado de tender puentes entre los arquitectos y los ciudadanos. Ahora, así nos va.

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Sanchinarro, un buen ejemplo de lo que no había que haber hecho.

De los concursos de arquitectura, ya hemos hablado en este blog hasta hartar; así que, no nos vamos a meter otra vez con el tema, pero, sí que nos gustaría comentar que con los concursos nos encontrábamos con un acceso a los encargos que en teoría pintaba muy bien, pero que, en la práctica, en muchos casos, los dedos señalaban al ganador antes de sacar el concurso a licitación. A ello hay que añadir que, en más de una ocasión, el concurso lo ganaba quien más falsos autónomos tenía o directamente quien se rodeaba de más becarios trabajando como licenciados por cero euros. Así, además de las injusticias con los más jóvenes, se asumía una práctica de competencia desleal que dejaba a quien quería hacer las cosas bien con una papeleta más que complicada.

Más tarde, con la llegada de la crisis, de un día para otro, muchos arquitectos vieron que concursar era su única tabla de salvación, sin darse cuenta que participar de manera sucesiva en concursos contra cien compañeros es una auténtica ratonera amparada y propiciada por la administración. A día de hoy, como podemos ver en concurso para Guggenheim en Helsinki, pasan cosas increíbles, como las casi 2.000 propuestas presentadas, para que solo uno construya el edificio. Nos lo cuentan aquí, desde Taller de Casquería. Asumir un sistema así, hace que nuestras administraciones, nacionales y como vemos también de países más avanzados, sean unas sinvergüenzas y nosotros unos ilusos por participar.

Otra tabla de salvación podría parecer que es ponerse a dar clase, el mundo de la Enseñanza. Pues aquí, más de lo mismo. Hasta la crisis, acceder a la universidad era complicado; bueno, en realidad, ser soldado raso era difícil, pero posible. Eso sí, si querías un poco más, pues casi imposible. Muchas cátedras, especialmente de proyectos, están comandadas por dinosaurios que, aun haciendo muy buena arquitectura – todo hay que decirlo -, se han organizado para resultar intocables (más allá de su capacidad docente, que, en muchos casos, deja mucho que desear) y lo que es aún peor, el sistema facilita el desembarco en su círculo cercano sólo de sus más allegados o protegidos. Cuando un chaval entra en la escuela y es “hijo de”, los ojos de un montón de catedráticos se iluminan y ese chico queda tocado por un halo mágico que le allanará el camino durante toda la carrera.

Nuevamente, con la llegada de tiempos más duros, los arquitectos decimos, todos a una, ¡a las escuelas!, eso de dar clase es más interesante de lo que parecía; pero ante el respetable y en parte lógico intento, se encuentran con el muro antes descrito y que solo sirve para darse cabezazos contra la pared. Así,  tener un curriculum excelente y la ya casi obligatoria tesis doctoral nada te garantiza, ni te garantizará. De los Máster de arquitectura también se podría hablar mucho; algunos son relativamente prácticos y necesarios, otros han nacidos directamente para hacer caja. Sobre el desembarco de los más jóvenes en el mundo laboral, también lo escribimos hace tiempo por aquí.

Con lo cual, a día de hoy, contactos, bajadas de pantalones y lametazos en el culo, siguen siendo prácticas habituales. ¿Queréis que digamos nombres? No ¿verdad? Cada un@ de vostor@s, seguro que, en su entorno, tiene más de un@ en mente mientras lee estas líneas.

Con todo ello,  si algun@ de los que mandan, de los de toda la vida, está leyendo este humilde texto, dirá, “!serán envidiosos estos Stepieny Barno; como ellos no están en la escuelas despotrican contra todo!”. Pues no, contra todo, no; ni contra todos, tampoco. Solo decimos que, todo este mundo indeseable pasa más a menudo de lo que nos gustaría, pero, evidentemente, no siempre es así. Si alguien se da por aludido, por algo será. Aun con todo, no deja de ser curioso que la mayoría de los arquitectos jóvenes que a nosotros más nos interesan (Zuloark, n´Undo, Maushaus, Paisaje Transversal…) no estén dando clase en ninguna escuela de arquitectura.

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Imagen de Campo de Cebada en donde el colectivo de arquitectos Zuloark, a modo de facilitadores, ha tenido un papel determinante  en el proceso realizado.

Aun así, el poder es listo y, en vez de negar a estos arquitectos,  les es más rentable llevarlos a dar una charlita por la escuela, darles la palmadita en la espalda, decirles “!mira que sois interesantes!”, pero luego hacerles ver que hay una muralla que llega hasta el cielo y  que dentro de ella está su territorio y fuera el de ellos. Otros compañeros y amigos con cv de quitar el hipo también están fuera, demasiado lejos como para quizás ni siquiera plantearse volver. Medio millón de españoles se han ido con la maleta a cuestas, siendo en muchísimos casos, gente superpreparada, con lo cual regalamos a otros países un montón de gente valiosa y la inversión educativa que se  ha hecho en ellos. ¡De traca! Con todo ello, vemos los vergonzosos recortes del partido que nos gobierna y los contactos y codazos de muchas escuelas, y el percal tira por tierra la moral de cualquiera.

Así que, de los trabajos tradicionales solo nos queda hablar de los encargos privados. ¡Ah! Que ya no hay encargos privados. Pues eso, que no hay, es cierto. Pero bueno, si miramos los pocos que hay, pues vemos que, lógicamente, provienen de un sector muy adinerado al que la crisis todavía le está haciendo cosquillas en los pies. Esta gente se codean entre ellos y al resto nos miran con desdén. Aun con todo, si  al terminar de jugar al golf, se ponen a hablar de cómo será su próxima casona, evidente, no estarán pensando en que un arquitecto de batalla les pase un presupuesto. Hay demasiados arquitectos que provienen de familias pudientes, y que hasta hace cuatro días han construido bastante y algunos de ellos y de ellas, incluso con talento. ¡Siempre ha habido clases!  Sus  agendas de teléfono nada tienen que ver con las del resto de compañeros, como es fácil de imaginar. De hecho, aquí, ni siquiera hay codazos, se reparten elegantemente el trabajo, y algunos como Joaquín Torres, incluso nos lo cuentan por la tele. Nuevamente, una desgracia para la profesión que, para una vez que sale algo parecido a la arquitectura en un horario de máxima audiencia, sea para que la gente piense que tod@s somos como el arquitecto de moda. ¡Un desastre!

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Sin comentarios. Solo decir que esta es imagen más inocente que hemos encontrado. Otras muchas, mucho peor.

Bueno, bueno, pero no nos vamos a despedir con tanta carga negativa, no? A ver si nos sale algo más positivo y, de paso, propositivo, para terminar.

¿Qué se puede hacer ante este panorama? Pues alguna cosita claro que podemos hacer. Para empezar contar mejor que lo que hacemos. Los arquitectos vendemos y somos empresas. Empresas, sí, sí (seguro que alguno ve esto y deja de leer el post ¿a que sí?). Pues bien, necesitamos marketing. Oh Dios ¡otra palabra maldita! Y también aprender a comunicarnos; entre nosotros, por un lado, y ante nuestros posibles clientes, por otro. Todo esto se puede hacer y no se hace. ¿Garantiza algo hacerlo? Pues, seguramente, no; pero a buen seguro que ayuda a capear el temporal. Si todos seguimos haciendo lo mismo y seguimos contando al mundo lo bueno que somos haciendo proyectos, continuaremos con una mano delante y otra detrás. El mundo, a día de hoy, no necesita que hagan proyectos todos los arquitectos. No hay proyectos para hacer; nos guste o no, es así. Y si es así, ¿a qué nos dedicamos los arquitectos?, pues nosotros creemos que, hay por lo menos 100 tareas que sabemos hacer. ¿Demasiadas? Puede ser, pero en este post, publicado hace un tiempo en este mismo blog, lo desarrollamos con detalle y creemos que, sobre todo en la periferia de la arquitectura, hay muchas cositas por hacer.

A su vez, entender que una nueva era digital ha llegado, puede ayudarnos mucho. Ahora, la red y las redes sociales, en particular, nos posibilitan un montón de posibilidades, pero hay que saber usar Internet y, aunque nos duela mucho decirlo, los arquitectos vamos dando bandazos y palos de ciego por el mundo digital. Así que, aprovechamos este momento para hacer cuña publicitaria de nuestro curso online sobre identidad digital. Puedes echarle un ojo por aquí. ¿Hacer el curso/taller te dará trabajo? pues no, pero te ayudará a conseguirlo y tener más y mejor visibilidad en la red, lo cual no es poco.

Y ya por último, porque este post se nos ha vuelto a ir de madre, creemos que el Consejo y  nuestros colegios y, por supuesto, Universidades, pueden hacer mucho para ayudarnos a tener más opciones laborales. Algunos de ellos y de ellas, ya lo están haciendo; por poner un ejemplo, vemos que hay universidades como la Rey Juan Carlos que incorpora “arquitectos de batalla” en sus filas de profesorado, sin dejarse cegar por el brillo de los de siempre, y apuesta por una visión panorámica de la profesión de arquitecto, donde tan importante puede ser que un chaval vea claro que su futuro son las instalaciones, como los proyectos de toda la vida, sin que por ello nadie le mire por encima del hombro.

Si miramos los colegios, pues pasa lo mismo: que, aunque algunos son un desastre en banca rota (dónde los contactos dan pánico y los favores a devolver son innumerables), no todos son fósiles esperando que el viejo mundo vuelva, para quitar las telarañas de sus sellos de visado. Hay otros, y por poner un nombre que conocemos, el de Granada, que apuestan por sanear su trastienda y ofrecer a sus colegiados un mundo diferente.

En fin, que el país está muy mal, que muchos políticos dan auténtico asco, que nuestro mundillo arquitectónico ha sido, en muchos casos, un circo consentido por todos; pero aun así, como hemos  expuesto, algo todavía se puede hacer y  no estamos haciendo.

Por último, no nos gustaría cerrar este post sin traer a primer plano la figura de Jeremy Rifkin, quien apuesta por una económica solidaría en la cual la tecnología y las nuevas tecnologías tienen mucho que decir.

Con todo ello, no queda otra que ¡manos a la obra!

Texto: Agnieszka Stepien + Lorenzo Barnó (Stepienybarno)

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