TRIBUNAL DE GOTEMBURGO 1937, GUNNAR ASPLUND.

El proyecto del tribunal con que Asplund escandalizó a la crítica de Gotemburgo es consecuencia del concurso que ganó al inicio de su carrera en 1913. Desde aquella “respetuosa” romántica propuesta hasta la versión definitiva que se termina construyendo pasan más de veinte intensos años, en los que el maestro sueco va evolucionando desde un clasicismo nórdico a hacia una personal arquitectura ajena a cualquier estilo o lenguaje predeterminado.

Esta nueva arquitectura vendría marcada por su interés por la tradición, lo vernáculo y el respeto a la naturaleza, que le convertirían en uno de los precursores de la llamada arquitectura orgánica. A pesar de que en Europa estaba arrasando el estilo internacional, Asplund parecía no hacerle demasiado caso, y jamás mostró interés por acercarse a los CIAM.

El concurso tenia por programa tanto la reforma como la ampliación del tribunal de Gotemburgo. La propuesta con la que ganó el concurso fue evolucionando hasta ir adquiriendo su carácter propio, que aún respetando el edificio existente se empezaba a diferenciar notablemente del original.

Esta evolución no resultó sencilla ni tan  siquiera para el propio Asplund (que llegó a hacer seis propuestas diferentes del proyecto), ni para quienes debían gestionar el proyecto y se escandalizaban con la osadía de cada nueva versión. Al hilo de esta idea es interesante la reflexión de ColinSt. John Wilson “esta búsqueda de la autenticidad en las diferentes versiones se puede comparar a las manos de un montañero tanteando el punto de agarre seguro capaz de permitir el salto al vacío”

La razón por la que no se proponía el proyecto definitivo para la construcción de las obras era que la municipalidad estaba esperando la llegada de una subvención que siempre se hacia esperar, hasta que por fin en 1934  el Ayuntamiento se hace con el dinero necesario para acometer el proyecto y la obra. Así que con las arcas llenas , se le encarga de nuevo el proyecto a nuestro protagonista.

Se producen sustanciales modificaciones en el proyecto definitivo que afectan a todas las partes del mismo; ingreso, cubierta, fachada, y sobre todo un nuevo y vanguardista espacio interior.

El nuevo acceso en la propuesta del concurso se producía por la ampliación, mientras ahora se mantiene la actual entrada al edificio original como único desembarco desde la plaza al interior del Ayuntamiento.

A su vez la cubierta ya no es idéntica al edifico original, ya que en la versión definitiva se produce un retranqueo de la cubierta que afianza la identidad de cada edificio al tiempo que contribuye a una mayor abstracción de la nueva fachada.

Las ventanas y los bajorrelieves de la nueva fachada quedan  descentrados y sirvieron para subordinar la ampliación al viejo edificio, cuyos dos vanos extremos, a la derecha son de nueva construcción.  En este nuevo alzado se provoca un exterior a base de retícula de hormigón visto, que ya no tiene carácter clásico, sino que respeta la arquitectura clásica, pero resultando de una sobriedad impactante. La nueva fachada que forman tanto  el antiguo ayuntamiento como la nueva ampliación resulta un perfecto  telón de fondo para que la plaza no quede perturbada por un elemento ajeno a su lenguaje.

La ampliación se “ata” al edificio original mediante la prolongación horizontal de los niveles existentes y una cuidadosa modulación vertical de seis intercolumnios. Uno de los detalles bonitos de la nueva fachada es ver el trato diferente que se da a los cuatro intercolumnios que lindan con el original, respecto  de los dos últimos que terminan cerrando el conjunto.

En la organización espacial desaparece la idea de dos patios cerrados en el que no existe la relación entre ellos. La nueva propuesta se organiza de forma clara y sencilla, pero con un notable cambio respecto del concurso. 

Recordando las propias palabras de Asplund  “la ampliación consiste en un nuevo cuerpo en forma de U dirigido hacia el viejo patio”. Es bonita la nueva relación que se produce entre los dos patios, que aún conservando el carácter propio de cada uno, la nueva crujía que los termina relacionando  entre sí, gracias a los grandes ventanales que aparecen en el nivel de planta de acceso. Este diálogo entre las partes conservando su autonomía al a vez que mantienen su unidad en el conjunto es un mecanismo arquitectónico presente en toda la obra de Asplund.

Sobre este sabio dialogo conviene recordar las palabras de uno de sus más fervientes seguidores, Miguel Fisac “Durante horas estuvimos subiendo y bajando por el edificio. Analizando, preguntando – no a nadie sino a la propia obra – sobre la manera de desarrollar un programa concreto, sobre la manera de enlazar, son sensibilidad pero sin concesiones, una arquitectura neoclásica antigua a unas arquitectura contemporánea. De cómo tratar, sin estridencias, pero con firmeza y delicadeza a la vez, una arquitectura de ahora y para ahora. Y, todas esas preguntas que yo había hecho a otras arquitecturas de vanguardia y de menos vanguardia sin recibir contestación, en esta obra Asplund se las había planteado  las había sabido responder”

El  sobrio exterior contrasta con el interior, donde Gunnar despliega toda su fantasía, para hacer un espacio casi místico con una iluminación natural espectacular y unas relaciones espaciales nunca vistas en la suecia de aquellos años. El protagonista de este interior es un nuevo patio cubierto e iluminado cenitalmente crea una sensación de calma por su carácter domestico buscado con los acabados en los paneles de fresno. Así se intenta de creando  un espacio acogedor que transmitçia tranquilidad a quien va a ser juzgado. Esta luz  desde la cubierta entra oblicuamente desde el sur a través de una serie de ventanas ocultas que distribuyen suavemente la luz por el vestíbulo, variando con la hora y la época del año.

El interior y todos sus detalles desde mobiliario, los platillos colgados de las lámparas,  hasta las barandillas pasando por  las alfombras fueron supervisadas personalmente por Gunnar Asplund.

Tres años después de la construcción del edificio Asplund muere a la edad de 55 años. La critica y las facultades de arquitectura europea no se hicieron eco del suceso, ni su obra fue minimamente reconocida hasta fechas muy recientes. Por ello nos gustaría terminar la entrada de hoy con las palabras que un Alvar Aalto emocionado  leyó este día final: “Hoy, el mejor arquitecto de todos los tiempos nos ha dejado para siempre”