CHARLANDO CON JAUME PRAT 1/2
Terminábamos el año 2013 con el premio al mejor blog del año por parte de un jurado de lujo (aquí). El ganador del mismo resultó ser el estupendo blog de Jaume Prat, “Arquitectura entre otras soluciones”. Así, nos pareció buena idea profundizar un poco más en la persona responsable del mismo y le planteamos una entrevista que aceptó con toda la amabilidad el mundo.
Si queréis conocer un poco mejor a nuestro protagonista, no tenéis más que seguir leyendo. Hoy, vamos con la primera parte de la entrevista y el próximo martes con la segunda. Mil gracias a Jaume por su claridad y valentía en las respuestas.
A buen seguro que será de vuestro interés!
LOS COMIENZOS
– ¿Qué fue lo que te llevó a estudiar arquitectura? ¿qué recuerdos guardas de tus profesores y compañeros en la carrera?
Crecí en el barrio de Santa Eulàlia de l’Hospitalet de Llobregat, un entorno en cambio constante desde que nací hasta hoy. Las construcciones que veía erigirse y derribarse a mi alrededor en ciclos que podía rastrear fácilmente bombardeando a preguntas tanto a mis mayores como a los del barrio han afectado decisivamente su entorno físico y social. El deseo (la ilusión, algo naif, si se quiere) de aportar algo positivo a esto me llevó a la facultad.
Tengo recuerdos muy felices de la carrera, probablemente porque, con el tiempo, haya borrado los malos. Me pasa lo mismo con los compañeros de la carrera, de los que aprendí muchísimo cuestionando constantemente lo que se nos enseñaba sin dar nada por sentado. Me relacioné con alumnos de muy distintas edades y cursos hasta que la línea que los separaba de los profesores acabó por disolverse: más allá de los conocimientos específicos, normalmente ligados a la técnica, que muchos de estos últimos eran capaces de aportarnos; busqué y hallé entusiasmo, humor, ironía, sentido crítico y muchas ganas de aprender en todos los que me marcaron en la facultad. Otro descubrimiento importante fue el de la contracultura: profesores como Jordi Barba, Josep Quetglas, Ferran Lobo, Xumeu Mestre o Albert Illescas (incluso no habiendo asistido a clases regulares con algunos de ellos) me marcaron por sus reflexiones radicales en el sentido más literal del adjetivo: reflexiones que partían de un origen que, por motivos operativos, se obvia sistemáticamente tanto en el mundo docente como en el laboral. Reflexiones que llegaban hasta la propia necesidad de construir, la naturaleza del espacio, los códigos lingüísticos que usamos para pensar o nuestra relación con la cultura y el arte. Reflexiones que desmontaban y remontaban día a día nuestra profesión para que no pierda sentido.
– ¿Qué fue lo más importante que aprendiste en la Facultad? ¿Cómo fue tu paso por el Master “Teoría y práctica del proyecto arquitectónico” de la UPC?
Tres palabras: entusiasmo, disciplina y técnica. No es posible el oficio si falla alguna. A ello añadiría el sentirse ciudadano: no es posible ejercer la profesión sin un posicionamiento en la sociedad, sin un sentimiento de pertenencia a ella.
El Master de la UPC fue una decepción profunda. No a nivel humano, porque conservo amistad con buena parte de los participantes, sino por su estructura: un reino de taifas donde se especulaba no tanto con el conocimiento como la confusión de unos alumnos dispuestos a trabajar antes que a preguntar. Parecía una venta de tesis al pormayor que, además, ahondó la distancia que separa los profesores de los alumnos al asumir el rol de vendedores y de compradores. Lo que evidencia el divorcio de la universidad con la sociedad, ensimismada en una serie de líneas de investigación demasiado parecidas a una línea de negocio, apoyadas por la rémora de un sistema pesado, blindado a los cambios, difícil de mover, cuya existencia apenas tiene retorno fuera de la facultad.
– ¿Cómo fue tu desembarco en el mundo laboral? Seguro que la experiencia en el estudio de José Luis Mateo supuso un gran aprendizaje, ¿no?
¡Irresponsable! Me enseñó que tener mucha suerte puede llegar a ser perjudicial. Entré a trabajar por horas, en verano de segundo, a un estudio de un pariente lejano donde se construía mucho con escaso o nulo amor por la arquitectura. Mis tareas (casi encargos subcontratados) dentro de ese estudio me prepararon, no obstante, para mi vida laboral futura por lo extraño de las mismas: a los veinte años diseñé completamente un edificio de viviendas al que no pude poner fachada. A los veintiuno puse, con libertad total, fachada a otro edificio (que no había diseñado) que daba a tres calles, sin tener oportunidad de intervenir en la obra a posteriori. A los veintitrés me encontré (literalmente) con media casa (¡Media! ¡Imaginad el pastiche final!) construida. Hasta el momento en que la vi había olvidado completamente haberla diseñado. Sigo sintiéndome identificado con las decisiones que tomé y reivindicando unos trabajos que, vistos a posteriori, se realizaron en unas condiciones extremadamente difíciles. Casi imposibles. Cuando paseo y me las encuentro puedo mirarlas con la cabeza alta.
Josep Lluís Mateo ha sido (es) una persona importante en mi vida. Trabajar para él fue duro. Muy duro. Intenso. Difícil, Por momentos me sobrepasó. De él he aprendido, y sigo aprendiendo, muchísimo, y sólo me pesa no haber sido capaz de devolverle la mitad de lo que me dio. Lo más importante que tiene es su actitud: no es que siga con el entusiasmo del primer día, es que lo ha conseguido incrementar. Parece que tenga treinta años. ¡Si hasta pone música de Nine Inch Nails en sus videos! Su capacidad para reinventarse hace que piense que todavía no hemos visto lo mejor que puede dar. Que cada obra que haga sea mejor que la anterior lo valida como uno de los grandes maestros nuestro tiempo.
ARQUITECTURA Y ARQUITECTOS
– ¿Cuál es la arquitectura que más te interesa? ¿Qué papel juega el lenguaje en la emoción que genera la arquitectura?
La que me emociona. La arquitectura depende mucho de la escala de los estudios que la realizan. Cuando Norman Foster o Cruz y Ortiz estructuran algún gran proyecto alrededor de una calle o de un espacio público que nadie les ha pedido me emocionan. Cuando Pawson asocia el lujo a la sobriedad me emociona. Las arquitecturas crudas, sin revestimientos, ásperas, con materiales e instalaciones a la vista me emocionan. También, los espacios blancos y luminosos bien relacionados con el exterior. Puede emocionarme lo grotesco o lo vulgar, pero nunca lo mediocre. La mediocridad es el pozo por donde se va la arquitectura.
No existe la arquitectura sin lenguaje, ni los diseños inevitables, y, por tanto, no es posible el antiestilo. El uso del lenguaje es inherente a la arquitectura y a su emoción. Separar el continente del contenido es una buena discusión académica, un ejercicio necesario para ejercer el sentido crítico, pero, finalmente, éste se impone como el vehículo fundamental para la percepción del edificio y, por tanto, como principal transmisor de emoción. Aunque muchas veces el mensaje está teñido por otras consideraciones, como una buena relación calidad-precio, unas condiciones complicadas en la realización del encargo o cualquier circunstancia especial que haya podido animar su realización.
– Sabemos que te interesan arquitectos que buscan ejercer la profesión en los límites de la misma. Nos podrías decir algún ejemplo que te parezca relevante.
En El año que pasé el la Bahía de Nadie, Peter Handke crea un arquitecto que hace proyectos secretos paseando por el mundo trabajando en cualquier cosa para mantenerse mientras busca un espacio que pueda intervenir con sus manos para cambiarlo sutilmente y significarlo casi a la manera de los templos japoneses. No es una mala metáfora.
Los límites de la profesión están en clara expansión. Me interesa mucho Zaha Hadid diseñando zapatos, aunque no me interesan los zapatos que diseña ni su enfoque formalista y vacío, porque establece (más bien reinventa, o refunda) un límite para la profesión: arquitecturizar nuestra ropa. O, al menos, ver si es posible. Me interesa el diseño de objetos, o la quimera de arquitecturizar un texto, una música o incluso la propia enseñanza de arquitectura. Me interesan no tanto las obras paraarquitectónicas creadas por arquitectos (la música de Xennakis, las esculturas de Utzon o los poemas de Maiakovski serían un buen ejemplo de ello) como la lectura en clave arquitectónica de obras que intuitivamente jamás podríamos considerar que están dentro de nuestra disciplina. En este sentido, películas como High Plains Drifter, de Clint Eastwood Inception, de Christopher Nolan (donde Ellen Page interpreta a una arquitecta), o la música de grupos como The Velvet Underground, de autores como Tom Waits o Joe Henry o incluso escritores como Juan Benet, William Faulkner o Greg Egan pueden llegar a ser un límite para la arquitectura.
– También has hablado de las nuevas implicaciones que puede tener el arquitecto en el proceso de obra. ¿Cómo ves este tema?
Con optimismo. La gestión de un proyecto, la optimización de un proceso de obra, de un material o el uso de un determinado componente por parte de un arquitecto consciente de sus posibilidades y de sus límites puede ser arquitectura en sí mismos. La investigación, el desarrollo, la legalización de los sistemas y los nuevos materiales pueden cambiar por completo la cara de nuestros edificios, así como una gestión más eficaz y flexible (con los mecanismos de control adecuados) de la normativa. Cada una de estas maneras de ejercer la profesión, bien jugadas y coordinadas, pueden expandir sus límites y convertir la puesta en obra de un edificio en un acto emocionante. Siempre y cuando el arquitecto director esté interesado en dichos procesos.
– Parece que sois unos cuantos arquitectos que os apasiona tanto la cocina como la arquitectura ¿algún lazo que nos quieras contar entre ambos mundos?
El proceso. El hacer brillar un material. No desnaturalizarlo. Combinar sabores hasta crear un sabor nuevo que sea una mezcla de los demás, con la dominancia de uno de ellos o no. La relación entre la presentación, y la percepción asociada, y lo que se come. Sus relaciones con la cultura profunda. Hará unos años, mi amigo Josep Ferrando, un arquitecto al que admiro y respeto, y yo tuvimos oportunidad de comer con un cocinero estrellado por la Guía Michelin. No comer sus platos, sino comer con él mientras éste diseccionaba y criticaba los platos que nos iban trayendo (era un restaurante de diario, con comida casera sencilla). Del proceso se fue al lenguaje, del lenguaje a la cultura, de la cultura a las costumbres, de las costumbres a la fisiología y vuelta a la cultura. Los dos estuvimos de acuerdo en que hasta la última palabra del discurso del cocinero hubiese podido ser publicada en una revista de arquitectura.
– A su vez, has escrito sobre arquitectura y música ¿seguirás uniendo universos paralelos para que confluyan en tus textos?
Sencillamente, no sé pensar de otra manera. Me interesa mucho la relación de la arquitectura con el resto de la cultura y cómo ésta es capaz de permearse a sí misma, de tender puentes y de expandirse y repensarse.
Así mismo, estoy convencido de la existencia de una estructura profunda en el lenguaje de todas estas disciplinas que, en realidad, las convierte en vehículos para afrontar los mismos temas.
COMUNICACIÓN Y CRÍTICA
– ¿De dónde te viene tu afición por la comunicación de la arquitectura?
Me la he encontrado. Siempre me ha gustado hablar de arquitectura, y siempre he aprendido mucho sobre ella contándola, preguntando sobre ella, a amigos y conocidos no arquitectos. Su percepción, su manera de usarla, lo que dicen, lo que no dicen y su mirada me interesa muchísimo. La comunicación de arquitectura es, para mí, una conversación. Tan sólo he especializado y sistematizado (como obra en curso) el canal de salida.
– Te gusta hablar de que hay que divulgar la arquitectura entre los no arquitectos ¿Qué pasos crees que se debieran dar en este sentido? ¿Qué papel pueden llegar a jugar los blogs de arquitectura para conseguirlo?
Más generosidad. Hay muy, muy poca comunicación de arquitectura que no esté interesada o movida por algún tipo de interés comercial. La sociedad, que es sensible, lo ha detectado y rechazado, condenando a ésta a ser una disciplina masturbatoria dirigida sólo a los iniciados: arquitectos y agentes relacionados, que han establecido sus parámetros de éxito en función de este mercado. A ello se le une una gestión muy gris, poco carismática, y, demasiadas veces, a la contra de todo sentido crítico.
La comunicación de arquitectura debe de hacerse relacionando; expandiendo su campo en relación a otras disciplinas, y siendo menos interesada. Los blogs, sobre todo los no profesionalizados, están rompiendo (o ya han roto, aunque pocos, muy pocos) esta relación. Su talón de Aquiles, sin embargo, es la precarización de este trabajo, ya que es muy difícil generar ingresos para este tipo de trabajo.
– Hablas de que la red está democratizando el conocimiento de la arquitectura ¿podrías ahondar más en esta idea?
Todo está a la vista. Si somos capaces de seleccionar y tenemos curiosidad suficiente para buscar, la red no tiene jerarquías. Aunque, desgraciadamente, sí las tienen los algoritmos de búsqueda que usamos para movernos dentro de ella (con Google como ejemplo máximo). Democracia, en este sentido, es equiparable a sentido y juicio crítico, y a tener curiosidad y las ganas de buscar y mirar.
– En una conferencia comentabas que la crítica de arquitectura es contar el truco, “levantar las faldas y mirar debajo” ¿cómo ves, en general, el mundo de la crítica de arquitectura? ¿Qué requisitos debe tener un buen crítico de arquitectura y cuáles son tus referentes en este terreno?
No diferencio demasiado entre crítica de arquitectura y arquitectura. Hay una crítica que se ejerce desde dentro, que es a la que nos referimos, que comparte cualidades con el resto del oficio: entusiasmo, disciplina, técnica. Un crítico debe de reproyectar completamente el edificio, espacio, situación urbana a la que se refiere para, desde su comprensión y entendimiento, crear una obra consistente y autónoma que no contradiga la obra ni a la que se enfrenta. Por proximidad, Josep Quetglas es mi referente inmediato. Su última obra me emociona especialmente: libros como El horror cristalizado o Les heures claires representan una reproyectación total de las obras en forma de obra consistente y emocionante en sí misma, con valor literario. Con belleza. Ricardo Daza y, por encima de todos, mi amigo Merwan Chaverra han sido personas clave en mi formación. Todos ellos han ejercido la crítica desde un gran sentido del humor, otro requisito imprescindible, y de manera muy libre.
– ¿Por dónde crees que irá la comunicación de la arquitectura y cómo crees que evolucionaran las revistas de papel?
En España la comunicación de arquitectura está sumergida en la crisis profunda que antes he mencionado. Si es capaz de retomar la disciplina desde las relaciones con las otras, desde la generosidad, desde la ruptura de las explicaciones estereotipadas, enlatadas, de edificios individuales a promocionar como si fuesen discos de música, tiene un futuro prometedor. Siempre que se sea capaz de financiar, lo que resulta complicado.
Las revistas en papel están desapareciendo por no ser capaces de definirse como obras autónomas. Por no ser capaces de trascender la colección de artículos descontextualizados que, muchas veces, obedecen a intereses comerciales de muy cortas miras.
Y hasta aquí hemos llegado en esta primera parte; el martes que viene más ¡os esperamos!!
Acceder al blog de Jaume Prat: http://jaumeprat.com/
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«Arquitectura entre otras soluciones», mejor blog de arquitectura de 2013
http://scalae.net/noticia/carabas
ACTA DEL JURADO PARA LA ELECCIÓN DE LOS MEJORES BLOGS DE ARQUITECTURA DEL AÑO 2013
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