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Blog de STEPIEN Y BARNO – publicación digital sobre arquitectura
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CARTA DE UN CLIENTE DE UN ARQUITECTO

Hola, si te apetece, te voy a contar la historia de la construcción de mi casa.

Vaya por delante que, evidentemente, no soy arquitecto —ni ganas—, sino un cliente (excliente) de tres arquitectos.

Ya os aviso que durante mucho tiempo no supe bien qué pensar de vosotros los arquitectos. Por un lado seguramente tuve mala suerte y, por otro, sin duda alguna, pagué cara mi ignorancia (y atrevimiento) en muchos campos.

Paso a situar mi caso. Hace 5 años quería hacerme una casa. Una casa grande para mi familia. Somos cuatro y un bonito perro. También quería espacio para invitados y que mis padres pudieran venir a visitarnos.

El terreno ya lo tenía así que por ahí no hubo muchos problemas. Bueno, sí que los hubo, porque el primer arquitecto con el que contacté no me avisó de que la pendiente del terreno podía ser una complicación. Tampoco me advirtió que un terreno bastante blando, como era el caso, encarecería el proyecto sensiblemente.

Pero no le voy a echar la culpa a él, o por lo menos no toda la culpa.

Para empezar reconozco que no tenía realmente claro cuánto dinero necesitaba para este fregado que es hacerse una casa. Así que comienzo entonando el mea culpa.

No tenía ni idea de que hiciera falta un aparejador para la dirección de obra ni de que los trámites serían tan largos. Tampoco sabía cómo iba lo de la licencia de obra (pensaba que era cosa del arquitecto) ni que existían certificaciones de obra o algo tan sencillo como un fin de obra. Vaya, ¡que no me había planteado ni lo más básico!!

Y cometí el primer gran error: dejarme aconsejar por mi cuñado (ingeniero) y por mi prima (que según ella sabía mucho de arquitectura). La verdad es que me volvieron loco y no me ayudaron en absoluto a poner un poco de sensatez en el proceso.

Mi prima Amalia me traía revistas para enseñarme unas escaleras monísimas y mi cuñado estuvo tres meses comiéndome la cabeza con la biomasa y los pozos canadienses.

Posteriormente me lancé a por mi segundo error: elegir a mi arquitecto por el precio.

¡Ojalá hubiera leído este post de José Ramón Hernández antes!

Así que —como os podéis imaginar— con mi primer arquitecto las cosas fuera de mal en peor. Como era el más barato, más allá de su capacidad profesional, invertía muy poco tiempo en el proyecto. Básicamente lo que hizo fue pasar a limpio un dibujito que la hice yo en un papel cuadriculado.

Dibujillo que le llevé al arquitecto y que, por aquel entonces, creía fantástico.

A esos dibujos tuvo el valor de llamarles anteproyecto y los quería cobrar como tal. Por supuesto, me negué en rotundo y, al final, llegamos a un acuerdo, más o menos amistoso, para cerrar la relación. Peor comienzo ¡imposible!

Con todo había perdido más de 6 meses, pero algo había aprendido: no volvería a regatear honorarios.

El problema es que me fui al extremo opuesto. Escribí en google “arquitecto Cantabria” (el terreno está cerca de Santander) y a los tres primeros que salieron les mandé un correo para ver si estaban interesados. Los tres estudios tenían buena pinta y sus proyectos estaban publicados en blogs de arquitectura. Sólo contestó uno. Quedé con él y  le conté cómo quería mi casa.

Me atendió correctamente, con bastante distancia y dejándome muy claro el asunto de los honorarios. Acepté y comenzó otra pequeña odisea.

Con el 25% del total de honorarios en su cuenta tardaron más de dos semanas en contestar al primer correo  —que me parecieron un mundo— y ese  fue el correo que antes contestaron.

El “arquitecto jefe” claramente delegó el proyecto en un colaborador y con él me iba comunicando. De hecho, cuando quedamos para la segunda cita, fue esta persona quien me atendió. Era muy joven y sospecho que no había terminado la carrera. Aun así, fue amable y me enseñó unos planos que nuevamente correspondían, según él, a un proyecto básico; pero que, en mi opinión, para nada cubrían las necesidades básicas que les había propuesto.

Más adelante vi que se trataba de un “corta y pega” de otro proyecto que tenían publicado en su web. Un desastre.

Pasaron los meses y fui incapaz de hacer que las modificaciones se ajustarán mínimamente a lo que yo esperaba.

Así que, entre pitos y flautas, habían pasado más de 18 meses, y no tenía nada. Bueno sí, tenía 5.000 euros menos en la cuenta. Con este plan y un cabreo importante, me disponía a mandar todo a la mierda, comprar un piso en un bloque cualquiera y olvidarme del asunto.

También es cierto que, llegado este punto, ya me había convertido en una especie de “experto amateur en arquitectura”; leía regularmente blogs como Arquitectamos Locos o Múltiples estrategias de arquitectura y solía visitar alguna obra de arquitectura que me llamaba la atención. Me formé todo lo que pude en temas tan diversos como morteros de cal o incluso tipos de tejas. Las Tbf fueron mis preferidas desde el principio.

Contacté con empresas como Matimex, Mapei o Jung, que me atendieron amablemente, aunque no sabían muy bien cómo ubicarme. Sabía mucho, pero concretaba poco.

Por suerte, en medio de este caos, un conocido me dio el teléfono de una arquitecta de confianza, Catalina. Mi nueva mejor amiga tenía un estudio cerca del terreno y ya en la primera llamada telefónica me resultó muy cercana.

Mi mujer y yo nos reunimos con ella en su estudio y nos dedicó más de 2 horas, explicándonos varios temas que hasta ese momento ni nos habíamos planteado. Su intención no era captarnos como clientes a toda costa y nos explicó pros y contras de hacernos una casa. Esta buena intención y su simpatía nos cautivaron rápidamente.

Fue muy clara con el tema de los honorarios. Dijo que ella no competía por precio y que cobraría por proyecto y dirección de obra el 12% de PEM real (no del que se estimase o saliese en el presupuesto).

También, nos recomendó un arquitecto técnico estupendo y nos dio el teléfono de una empresa para hacer el geotécnico. Previamente, nadie nos había hablado de que hiciera falta este estudio.

A la semana siguiente quedamos para ver el terreno y nos avisó de que la abrupta topografía encarecía el proyecto; pero que, a cambio, estaba muy bien orientado y el acceso era cómodo. También nos recomendó hacer un estudio topográfico para hilar más fino con el proyecto.

A la siguiente semana quedamos con ella y plasmamos en un documento todas las necesidades que teníamos. Las que pensábamos que teníamos y las que ella nos animó a plantearnos.

En menos de un mes nos citó nuevamente en su estudio y nos enseñó un boceto (dibujado a mano) en el que ya se intuía el proyecto. Es más, nos mostró tres propuestas y nos explicó detalladamente, las ventajas e inconvenientes de cada una de ellas. Nos decidimos por la que tenía el porche más grande y una doble altura que, hasta ese momento, no nos habíamos planteado.

En la siguiente reunión vimos, para nuestra sorpresa, una maqueta de cartón (sencilla pero clara) con el volumen general y pudimos comenzar a hablar de los materiales de la casa.

Foto de la primera maqueta que nos enseño Catalina.

En el siguiente mes tuvimos listo el proyecto a nivel básico y ya con parte de la estructura calculada.

Nos dijo que prefería que no le contactásemos por whatsapp —era muy celosa de su intimidad y sus horarios— y nos metió en un canal de slack. Me instalé la aplicación y la comunicación fue estupenda.

En la siguiente reunión fijamos los materiales y nos habló de diferentes sistemas constructivos.

Nosotros queríamos una casa lo más ecológica posible, pero ya vimos que según lo que hiciésemos se nos disparaba el presupuesto. Al final nos centramos más en medidas pasivas y nos olvidamos de los complejos sistemas de ventilación que habíamos estado barajando.

Aun así, teníamos claro que la fachada sería de termoarcilla y corcho natural y los techos de madera laminada. En este punto contactamos con la empresa gallega Finsa y nos dio un montón de soluciones que nos vinieron de maravilla. Finalmente contratamos con ellos todo lo relativo a la madera de la obra y todo fue rodado.

Catalina nos habló de hacer algún muro interior con tablero de madera CLT —que por aquel entonces no conocíamos— y nos convenció la idea.

La verdad es que proyecto se desarrolló con mucha cordialidad, barajando diferentes opciones y haciéndonos sentir siempre partícipes del diseño de la casa. Estaba claro que el proyecto lo hacía Catalina, pero nosotros lo íbamos viendo crecer y tomábamos algunas decisiones importantes.

Finalmente, el proyecto se visó, hicimos todos los trámites e incluso, gracias a su ayuda, conseguimos una pequeña subvención que no nos vino nada mal —sólo con esto sus servicios fueron mucho más baratos que los de cualquier otro arquitecto—.

El proceso de obra tuvo sus momentos tensos. El terreno era complicado y había una casa en la parcela de al lado que estaba muy cerca de la nuestra y estaba en mal estado. Hubo que apuntalarla para evitar sustos.

En cualquier caso Catalina nos ayudó con la elección del contratista y resultó ser un tipo bastante bueno. Eso sí, de pocas palabras, pero trabajador, y que seguía religiosamente las indicaciones del aparejador y el arquitecto. Incluso se animó con la caseta del perro —que no salía en los planos— y en una semana que no fuimos a la obra nos la encontramos a modo de regalo.

Con todo, el presupuesto de obra se ajustó bastante a las estimaciones previas y a pesar de alguna dificultad con el banco, pudimos terminar con éxito la financiación del mismo.

Imagen del proceso de obra.

El resultado final es una obra sencilla, sin grandes alardes, que se ajusta realmente a nuestras necesidades y que ha satisfecho nuestros deseos.

Seguramente no saldrá publicada en cientos de revistas de diseño; pero, cumple su cometido sobradamente. Además es una casa calentita y este invierno ya estamos comprobando que no gasta demasiada calefacción. Nos morimos de ganas de que llegue la primavera para empezar a disfrutar del porche que os contaba al principio de la carta.

Y esta es nuestra historia, una aventura en toda regla con final feliz y de la cual hemos aprendido mucho. También, nos ha servido a nivel de “terapia de pareja” porque han sido muchos los momentos complicados y los hemos sabido solventar juntos y unidos.

Nuestros dos niños están encantados y ya estamos pensando en que una piscina no nos vendría nada mal.

Eso sí, para hacerla no pienso pedir presupuesto, llamaré a Catalina y ¡volveremos a confiar plenamente en ella!

 

*Aunque nos hemos tomado la licencia de escribir en nombre de un imaginario autor, los responsables del post son Stepienybarno _ Agnieszka Stepien y Lorenzo Barnó

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3 COMENTARIOS
  1. Fernando Weissmann

    Muy cansadora la longitud del comentario del Cliente. A lo escrito, le sobra la mitad, como mínimo…

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