POR UNA EDUCACIÓN LÍQUIDA EN ARQUITECTURA 1 / 2
Vivimos tiempos claves en el mundo de la docencia. Las cada vez más evidentes posibilidades del mundo 2.0 se juntan con todos los movimientos que ha generado la aparición del Covid-19. Los últimos 9 meses han sido de una intensidad increíble y muchas veces a marchas forzadas se han ido dando pasos de gigante. Las bondades del teletrabajo y la educación online se han tenido que incorporar de manera demasiado brusca.
Nuestro mundillo arquitectónico no resulta ajeno a todos estos vaivenes y avances.
Con todo ello, cada vez es más importante que nos podamos parar para analizar los nuevos caminos que vamos tomando y podamos aprender de manera colaborativa.
Aquí te dejamos un pequeño adelanto del post:
En las siguientes líneas leerás la primera parte de este post, para echar un ojo a la segunda (por aquí).
A pesar de que nos explayamos con muchos temas, somos conscientes de que no podemos profundizar en todos los aspectos como nos gustaría y en muchos casos, os vamos dejando enlaces por el texto para que puedas ampliar la mirada sobre cada punto.
Uno de los temas que se nos queda cortos en el texto es de cómo la llegada del Covid19 ha cambiado de manera drástica la forma de enseñar. En este sentido, tienes este post del incombustible Enrique Parra que te puede gustar mucho: Un curso extrañamente inolvidable (ver aquí).
De todas formas, te animamos a que te pongas un cafetillo y te tomes tu tiempo para leer el post. No es un artículo rápido que se lee en 5 minutos. Somos conscientes de que el post podría haber “partido” en varios y tendrían más visitas; pero, en este caso, priorizamos el que quien quiera meterse en harina lo pueda hacer con comodidad.
¿Te animas con ello?
UN POCO DE HISTORIA
1 Aprendiendo de nuestros antepasados
Cada vez todo es más incierto y, de alguna forma, inestable. Lo que hoy existe en pocos años se transformará y aparecerán nuevas maneras de hacer las cosas. Estamos en una época líquida y convine adaptarnos a este nuevo entorno que nos toca vivir. Pero para prepararnos para el futuro, nada mejor que echar un vistazo atrás.
La evolución de las especies, aparentemente, se ha basado en la supervivencia de las más competitivas; es decir, en la ley del más fuerte. Pero en realidad no es exactamente así: han sido las especies que mejor han garantizado su reproducción las que han ido evolucionando, mientras que el resto se fueron quedando por el camino.
De esta forma, con el paso del tiempo, aparecieron nuestros primeros antepasados, los Homo Habilis, que además de manejar conscientemente ciertas herramientas, comenzaron, por primera vez en la historia de los homínidos, a cooperar entre ellos. Así, esta pequeña cohesión social se fue desarrollando hasta convertirse en la clave de que hoy sea el Homo Sapiens el que esté aquí y no otros primos cercanos como los Paranthropus o el Homo Erectus.
De hecho, cuando hace unos 50.000 años nuestra especie llegó a Europa, vía Eurasia, se encontraron con un clima extremo y otra especie, cercana pero distinta, totalmente adaptada a su entorno: los Neardentales. Nuevamente, no fueron las armas ni el poderío físico lo que hizo que los Sapiens prevalecieran como dueños y señores del continente, sino su capacidad de cooperar entre ellos, según indican los últimos estudios sobre el tema. Ni más ni menos.
2 Malas praxis en la docencia de arquitectura.
Por desgracia, en nuestra sociedad moderna, la cooperación siempre ha sido la prima pobre de la competitividad. De hecho, nuestro actual sistema educativo no se basa, generalmente, en formar personas, ni en desarrollar su humanidad o creatividad; se basa, tristemente, en garantizar la acumulación de información, inculcando como valor estrella la competitividad.
En este sentido, Eduardo Punset, en su libro “El viaje a la felicidad”, comenta: “este modelo educativo crea, inevitablemente, condiciones competitivas extremas. Los niños se comparan constantemente unos con otros. No aprenden a apoyarse, a colaborar ni a dividirse las tareas. Todos sirven para lo mismo, llevan a cabo tareas idénticas; no aportan nada específico al grupo, ni desarrollan sus cualidades personales, ni valoran su propio aprendizaje, y compiten por la atención del mismo profesor. Si se pretende formar adultos que sepan colaborar, éste es el peor sistema posible”.
Así es como, pasados los años, los alumnos llegan a las Escuelas de Arquitectura y, a diferencia de en otras disciplinas, donde quizás pueda mitigarse esta colección de errores, en la enseñanza de arquitectura lo normal es que, muchos de ellos, se enfaticen. Estamos, en muchos casos, en las antípodas de una enseñanza líquida de arquitectura. Muchos programas son heredados de los de hace 30 años y los lavados de cara no son demasiado eficientes.
Todos conocemos muchos profesores de arquitectura que se empeñan en potenciar el espíritu de ser el mejor a toda costa en los alumnos. Incluso la propia institución puede validar esta errónea idea. Profesores que se atrincheran detrás de un atril y siguen leyendo sus propios apuntes de hace mil años. Profesores sin capacidad docente que por ser arquitectos se les supone que explicarán bien. Sobre este tema, Felipe Samarán Saló, el director de la Escuela de arquitectura de UFV, tiene un estupendo post el blog de Escuela de arquitectura: ¿MAESTRO APISONADORA O RAYO DE LUZ? (ver aquí)
Evidentemente, en muchos casos su arquitectura ha sido de primer nivel, en otros no tanto, pero este no es el quid de la cuestión. La clave está en pararnos a pensar qué aptitudes didácticas adquiere un arquitecto por el hecho de construir. Y la respuesta está clara: ninguna. También es cierto que, si un profesor de proyectos en el aula enseña una cosa y fuera de ella no predica con el ejemplo, mal vamos. La realidad es que, construir bien ayuda a ser buen profesor de arquitectura, pero sólo eso. Es mucho más decisiva la capacidad del docente de poner al alumno en el centro de toda la experiencia docente. Las emociones y experiencias vitales que el alumno vivirá en su transcurrir académico son mucho más importantes que la información en sí misma.
Profesores que tratan a patadas a los alumnos. Profesores que, hasta hace cuatro días, eran capaces de hacerles llorar en clases. Hemos visto, en vivo y en directo, correcciones muy crueles, propias de gente con muy pocos escrúpulos. Hacer llorar a un estudiante en una corrección debiera ser motivo de la expulsión inmediata del profesor de la Universidad. Estas situaciones, que serían impensables en otras disciplinas, creemos que han sido una práctica extendida en muchas universidades.
Es evidente que estamos generalizando y en muchos casos sí nos hemos encontrado con profesores con gran vocación (ver aquí). Seguramente, cada vez tenemos menos de estos especímenes docentes que viven sumidos en una forma de docencia indecente.
Una manera de hacer que, a día de hoy, sigue potenciando la figura del arquitecto estrella. En muchos casos, se sigue inculcando al alumno la idea de que, como si por arte de magia, nada más salir de la carrera fuera a construir edificios fantásticos al más puro estilo del movimiento moderno. La realidad es que, hace muchos años que, el mercado no demanda este tipo de profesionales. Por ello, la enseñanza, como en su día explicamos (ver aquí), ha de estar enfocada en desarrollar las habilidades blandas del alumnado. Entre ellas, la de la cooperación.
La imagen del arquitecto egoico de la escena de Howard Roark en El manantial ha hecho más daño del que pudiera parecer.
En fin, que es una pena que no se tenga claro que, en los tiempos que corren, el profesor tendrían que ser muy diferente a lo que nosotros vivimos en nuestros tiempos universitarios. Tampoco, es un buen plan la cantidad de horas que cada docente ha de “perder” en temas administrativos y de puntuación para poder seguir en su puesto de trabajo.
La mayoría tienen que estar pendientes de los caprichos de los criterios de evaluación -antigua Aneca- y si quieren prosperar en el mundo académico han de pasar por el aro de perder mucho tiempo publicando en revistas de índice de impacto (ver aquí) y tener la boca más bien cerrada.
Muchas de estas publicaciones académicas están obsoletas y son un mero reparto de citas y certificados para bien de unos pocos. Mientras tanto, publicar en el mundo digital, independientemente del medio que sea, sigue sin tener ningún valor académico.
Por suerte, van apareciendo nuevos valientes proyectos editoriales dentro del mundo de la investigación de arquitectura pero que parten de premisas muy diferentes. Un buen ejemplo es la revista VAD (ver aquí).
En este sentido, hay mucho que hacer, y también en mejorar todo lo que tiene que ver con el mundo de la investigación en la arquitectura. Las becas son escasas y los grupos de investigación justo tienen dinero para fotocopias (literal).
Sobre todo esto y mucho más, nuestros amigos, y recientes doctores, Beatriz Villanueva y Francisco Javier Casas Cobo de bRijUNi architects apuntaban en su primer post para el blog de Fundación Arquia “(…)Aunque la crítica en las revistas de arquitectura, como ya se ha hablado tantas veces, hace tiempo que abandonó cualquier atisbo de posicionarse críticamente (más allá de esa mera selección sólo de lo bueno que se justifica débilmente con la necesidad de no perder el tiempo con lo errado o lo insustancial) queremos señalar aquí el hecho de que ni la crítica de cine ni la de literatura hayan optado por caminos tan poco comprometidos.” (ver aquí)
Con todo ello, vemos que ser profesor a día de hoy, seguramente, tiene demasiados condicionantes que se valoran más allá de la propia capacidad docente del profesor. De hecho, ésta en sí misma no se tiene demasiado en cuenta. Mucho menos su capacidad de ilusionar al alumnado con lo que transmite. Así, poco hacemos con alguien que ha publicado en varias revisas de alto impacto académico, pero su forma de tratar a sus alumnos tiene cero impacto en sus vidas. Necesitamos más empatía y menos papeleo, más amor por la enseñanza y menos ganas de seguir perpetuando la figura del arquitecto egoico. Ser profesor de arquitectura es, a nuestro parecer, una de las profesiones más bonitas que hay; pero también es cierto que, en general, el clima de las escuelas de Arquitectura no es el mejor. Departamentos enfrentados a cuchillo, los de urbanismo pensando que los de proyectos son unos prepotentes y los de proyectos pensando que no se les valora lo suficiente. También es cierto que quizás estos enfrentamientos tienen que ver más con la vieja escuela que con Universidades más modernas.
¡Ah!! Y no olvidarnos que tenemos en nuestra propia casa un buen sistema de enseñanza que es la forma en la que siempre se han enseñado proyectos. En algunas Escuelas incluso con talleres verticales, que es una idea estupenda para crear lazos y motivaciones entre estudiantes de distintas edades. Esta forma de enseñar se ha llevado a otros ámbitos con éxito y nosotros no somos capaces de valorar lo que tenemos.
3 Buenas praxis en la docencia de arquitectura
Estamos hablando de que sólo una parte de los profesores de arquitectura se pueden seguir reflejando en esta descripción un tanto tétrica de la profesión de la docencia de arquitectura. Por suerte, nosotros mismos, pudimos conocer a otros profesores (ver aquí) que nada tienen que ver con este despropósito.
Por lo que vamos viendo, cada vez hay más escuelas que apuestan por una forma de tratar al alumno muy diferente a lo que venimos hablando en este post. Universidades, como la Escuela de arquitectura UFV, con profesores que son capaces de poner en centro a la persona y otras, como la Escuela de arquitectura de URJC, que los preparan para la vida real de arquitecto .
También vemos, desde hace muchos años a los propios alumnos cogiendo las riendas de sus aprendizaje como en la FETSAC (Ver aquí su fantástico canal de youtube).
Si analizamos lo que es la docencia de arquitectura en España a lo largo de las últimas décadas, lo mismo que vemos sombras también podemos ver mucha luz.
Por un lado, el propio método de la enseñanza de proyectos es algo muy avanzado a nivel docente y para nada habitual en otras disciplinas o carreras. Nos hemos habituado a una forma de “aprender haciendo” que tiene muchas bondades y que, seguramente, no hemos valorado lo suficiente.
Como apuntaba, la doctora arquitecta Blanca Espigares Rooney (ver su nuevo proyecto personal por aquí) en este mismo blog:
“Las Escuelas de Arquitectura se han caracterizado por impartir docencia en “taller”, un sistema de enseñanza heredado de las antiguas formas de aprendizaje con maestro. Es un espacio donde no existe estrado ni clases magistrales, donde se integra la teoría y la práctica y el profesor comparte mesa con los estudiantes; la enseñanza se fundamenta en la investigación, se enfatiza en la búsqueda de soluciones al problema planteado y se construye con la interacción de los asistentes. La duración del proyecto propuesto es de unos meses, así que los estudiantes muestran sus avances cada semana mientras son comentados por parte de todos en un coloquio en el que el profesor actúa más de catalizador que de docente de clases magistrales. El estudiante aprende mediante la comparación de procesos de trabajo, del suyo propio y de sus compañeros, con los comentarios, ejemplos y guía del profesor. El taller es un método adoptado por las nuevas corrientes pedagógicas que buscan responder de esta forma a la era de la información y nuevas tecnologías.” (ver aquí)
De hecho, esto tiene mucho que ver con todo lo que todos nosotros hemos aprendido en los pasillos de las Escuelas. Poco se habla de la importancia que tienen las relaciones que se fraguan a lo largo de los años de la carrera. Por ello, hace un tiempo preguntamos a varios amigos arquitectos por sus recuerdos de la carrera y esto fue lo que nos contaron:
A su vez, no podemos dejar de destacar que la formación del arquitecto en España tiene una carga técnica mucho mayor que en la mayoría de países. En nuestro caso, que habíamos estudiado Ingeniera Civil (Agnieszka) y Aparejador (Lorenzo) es algo que, desde el principio, agradecimos. Como todo en la vida, es importante aprender a volar, pero si por el camino nadie te enseña a echar raíces, el vuelo puede ser bien peligroso. En esta línea, el joven arquitecto Manuel Saga, escribe en uno de sus precisos post del blog de Fundación Arquia:
“En 2020, la duración de los estudios de arquitectura en España sigue siendo un tema de conversación común entre estudiantes y arquitectos. Hasta hace algunos años la carrera era larga, mucho más que lo que programaban los planes de estudio, y finalizada en un Proyecto Fin de Carrera que a menudo pecaba de inconsistencias académicas y logísticas. Hoy en día el PFC es apenas un rumor susurrado por los pasillos como si de una historia de terror se tratase. Aun así, merece la pena preguntarse una vez más: ¿estudiar arquitectura en España sigue siendo estudiar dos veces?” (ver aquí)
Ciertamente, nuestra profesión tiene unos componentes más humanistas y artísticos y otros más técnicos. Es algo evidente, pero que muchas veces se olvida. Obviar lo obvio es más habitual de lo que parece, sobre todo cuando leemos ciertos discursos que hacen un uso del lenguaje totalmente fuera de lugar (ver aquí). Arquitectos que toman al personal por idiota y disfrazan sus carencias con teorías retorcidas.
Por contra, otros arquitectos con los pies en el suelo, como nuestro admirado José Ramón Hernández Correa, afirmaba hace un tiempo en nuestro propio blog:
“Los arquitectos, una vez más, nos defendemos enarbolando nuestra supuesta “poesía” (habría que verlo) y dando a menudo soluciones poco prácticas, mal mamadas desde la escuela. Nos negamos a estabular a las personas detrás de ventanas con rayitas, pero pocas veces somos capaces de defender que nuestras rayitas sean mejores. Nuestra formación es muy buena, y es una pena que muchos no sepan apreciarla. Pero le falta un detalle: Convencer, lo primero a los estudiantes, y desde el primer día de escuela, de que nuestras soluciones no son caprichos poéticos ni suspiros melifluos; sino que, además de dar más calidad de vida, funcionan mejor y son más económicas y prácticas. Si no lo hacemos estamos perdidos, y la formación de arquitecto verdaderamente no servirá para nada.” (ver aquí)
Por otro lado, no podemos seguir hablando de la importancia de aprender arquitectura sin valorar la inmensidad de libros buenísimos que, por suerte, se han publicado en nuestra disciplina. Libros que no están en la red y que, en muchos casos, son material imprescindible para entender de verdad lo que significa ser arquitecto. Por mucho que nosotros hablemos de las bondades del mundo 2.0, a día de hoy, leer libros de arquitectura nos sigue pareciendo imprescindible.
Lo mismo que por muchos proyectos que podamos disfrutar en la red, nada es comparable a visitar la buena arquitectura en vivo y en directo.
Acceso al libro (en la mayoría de los sitios está descatalogado):
CARTA A MIS SOBRINOS (ESTUDIANTES DE ARQUITECTURA)
MIGUEL FISAC
LA IMPORTANCIA DEL MUNDO DIGITAL
Cuando nosotros salíamos de la carrera el principal problema que nos encontrábamos era que más allá de lo mucho que habíamos aprendido de arquitectura, cuando dábamos el salto al mundo real del día a día de los arquitectos, nuestra formación en áreas más administrativas o de gestión de un estudio de arquitectura eran mínimas.
De hecho, en toda la carrera prácticamente nadie nos habló de que había algo llamado cliente que, curiosamente, es fundamental para desarrollar nuestra profesión. Es más, como hemos explicado en otros post, entendemos que es lo que da sentido a nuestro servicio (ver aquí).
Posteriormente, desde esta misma plataforma digital, hemos hablado de la necesidad de formar a los alumnos en materias como Identidad Digital o productividad. De hecho, ante la inexistencia de esta formación en las Escuelas de Arquitectura, son más de ocho años desde que hacemos nuestros cursos online sobre estos temas (aquí y aquí).
Mirando para atrás, cuesta creer que sacásemos adelante los proyectos de arquitectura que hemos hecho y que !no nos hayamos arruinado por el camino! Es decir, la preparación que tuvimos, a nivel empresarial, fue casi nula y el destino quiso ser benévolo con quienes escriben estas líneas. Lo peor de todo (¿lo mejor?) es que por aquel entonces no éramos nada conscientes de nuestras nulas dotes empresariales. La ignorancia es atrevida. Tenemos tendencia a pintar la vida de color de rosa y eso, a veces, te hace tirar del carro sin ser muy conscientes de la realidad. Cuando sale bien dices: “mira que bien que somos tan optimistas”; pero, cuando sale mal, te lamentas de lo lindo. Con los años, parece que vamos encontrando un curioso término medio entre ambos extremos o por lo menos lo intentamos.
Con todo ello, aunque nuestro blog de Stepienybarno no es una publicación digital que se centre en el tema de la enseñanza, es cierto que, cuando hemos publicado sobre el tema a nuestros lectores les ha gustado mucho.
Es más, dos de las cartas de un estudiante (ver aquí y aquí) son dos de los artículos que más impacto tuvieron en su día. También, la serie #Educarq tuvo una acogida excelente.
En cualquier caso, desde aquí es natural llegar al concepto de Educación expandida (en la segunda parte del post lo desarrollamos –ver aquí-).
NUEVOS TIEMPOS
Con todo ello, vemos que, han llegado nuevos tiempos en los que el papel del alumno y del profesor, ha cambiado y conviene replantearnos de manera radical qué podemos hacer a día de hoy para que nuestros alumnos tengan la mejor formación posible.
En este sentido el profesor, Miguel Herranz Llorente, apunta:
“El papel del docente cambia de ser un mero transmisor de contenidos de aprendizaje a ser facilitador de lo que aprenden los estudiantes. Se da más importancia al proceso, y los alumnos se responsabilizan de los propios aprendizajes. Se busca trabajo en grupos heterogéneos para aumentar la riqueza de las propuestas y de los intercambios del propio alumnado.
El papel del alumno, por tanto, adquiere más autonomía, lo que supone un mayor compromiso y siguiendo a Biggs (2006) ello supone una mayor motivación, lo cual provoca una mejora de la calidad de la docencia. Se les prepara para que sean capaces de adaptarse a la Modernidad líquida, donde deben superar el modelo individual buscando apoyarse en comunidades de aprendizaje.”
Así, debiéramos exigir a los profesores una enseñanza que se adapte, por un lado, a la realidad que nos toca vivir y, por otro, al mundo digital. A su vez, si no hay pasión y se va a cumplir el expediente, el profesor no sirve para su tarea; de hecho, ser capaces de enamorar al estudiante, más allá de si la asignatura es mecánica del suelo o legal, debiera ser requisito imprescindible para ser docente.
A su vez, sería bueno ver qué profesores tienen verdadera formación para poder enseñar, pues ni siquiera ser buen arquitecto, te garantiza para nada ser buen profesor. Si a esto unimos que lo suyo es que un profesor tenga verdaderas dotes de comunicación, la cosa se complica.
Son muchos aspectos los que hoy hacen falta para ser un buen docente de arquitectura o de lo que sea, y no es de recibo que los arquitectos queramos seguir enseñando en un formato vertical, en el que alguien se sube a la tarima y lo que dice va a misa. Tampoco está ni medio bien que se sigan proponiendo de manera sistemática enunciados para proyectos que bien podrían ser de hace 20 años.
Así, como vemos a lo largo de este post, estamos hablando de palabras mayores. De un cambio que ha venido para quedarse y de poner en valor los buenos pilares que siempre ha tenido la propia enseñanza de arquitectura. Los que hemos pasado por una escuela de arquitectura, sabemos que estudiar arquitectura es mucho más que una carrera. El profesor Necdet Teymur afirma: “La educación es una de las maneras más nobles de ocuparse, y la práctica educativa en cualquier área tiene una responsabilidad irrevocable hacia la humanidad, la sociedad y el conocimiento. La educación en arquitectura, además, tiene la responsabilidad de producir no solamente los futuros diseñadores del mundo construido, sino también de producir su conocimiento. Investigar y discutir la educación, por lo tanto, debe hacerse con una motivación más allá de lo pragmático. Es una educación en sí. Al estudiar la educación de arquitectos no solamente se llega a entender mejor la práctica educativa, sino que también se comprende mejor la arquitectura y el mundo.” (ver aquí)
https://revistas.uniandes.edu.co/doi/pdf/10.18389/dearq9.2011.03
En fin, muchos temas importantes que hay que tener en cuenta y que, en demasiadas ocasiones, se obvian. La sociedad no necesita más arquitectos egocéntricos que se crean en posesión de la verdad. El mundo necesita arquitectos que sean capaces de facilitar procesos y para ello es imprescindible que nuestras Escuelas sepan formar a estos nuevos profesionales.
¡Ah!!! Y como siempre, serán bienvenidas vuestras opiniones que puede que sean mucho más certeras que la nuestra. ¡Adelante!!
ACCEDER A LA SEGUNDA PARTE DEL POST (Aquí).
Autores del post: Stepienybarno _ Agnieszka Stepien y Lorenzo Barnó
Imagen de portada: Bruno Barnó Stepien (9 años)
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