HABITAR UN TERRITORIO ES CONVIVIRLO
Desde Habitar la Escuela
“Habitar un territorio es convivirlo. Una relación convivencial que siempre es nueva. La convivencialidad es la acción de las personas que participan en la creación de la vida social. Para Illich, «trasladarse de la productividad a la convivencialidad es sustituir un valor técnico por un valor ético, un valor material por un valor logrado».
La convivencialidad es «la libertad individual, realizada dentro del proceso de producción, en el seno de una sociedad equipada con herramientas eficaces». Implica renunciar a la sobreabundancia y al superpoder (ya se trate de individuos o de grupos). Lo cual redunda en renunciar a la ilusión que sustituye la preocupación por lo prójimo, por lo más próximo, «por la insoportable pretensión de organizar la vida en las antípodas»
Habitar una región es sentir, asumir, valorar la presencia de las comunidades que la pueblan. Lo que significa, en primer lugar, el derecho a un hábitat comunal. Pero el arte de habitar no sólo crea espacios interiores. También fue siempre y en todas partes habitable el espacio situado más allá de nuestros umbrales. «Aún hoy, en los países cálidos, la mayoría de la gente se pasa una buena parte de su vida en la calle. Este espacio habitable fuera del propio hogar son las zonas comunales, lugares que sirven a muchos grupos y a cuyo uso de todos tenemos derecho, aunque sólo en la forma comúnmente reconocida por la comunidad.
El portorriqueño que llega a Nueva York utiliza la calle con toda naturalidad como un bien común. Y el turco residente en Berlín sigue practicando su costumbre de sentarse en una silla en la calle a charlar, apostar, discutir o hacerse servir un café. Muy lentamente caerá en la cuenta de que en nuestros países desarrollados el progreso ha convertido las calles en carreteras y el tráfico rodado amenaza a puestos callejeros y bancos, al comercio, al chismorreo, al juego y al trabajo.
Hasta ahora, el progreso económico ha supuesto siempre y en todas partes la ruina de las zonas comunales y la reclusión de las personas en jaulas de cemento. Así, poco a poco, el mundo se ha vuelto inhabitable».
Habitar un mundo significa depender de otros en el acto mismo de habitar (y asumir esa dependencia personal). E intervenir en su transformación humana: participar. En este sentido, participar significa vivir y relacionarse de un modo diferente. Pero «sobre todo implica la recuperación de la libertad interior propia, es decir, aprender a escuchar y compartir, libre de cualquier miedo o conclusión, creencia o juicio predefinidos (…)”
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Noticia seleccionada por el Canal de arquitectura STEPIENYBARNO.
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