EL CIRCO DE LA ARQUITECTURA
Que la arquitectura tiene mucho de artificio lo sabemos tod@s. En la propia carrera abundan los renders que intentan camuflar las carencias del proyecto vendiendo lo que no es.
La arquitectura, muchas veces, pierde su esencia y se convierte en fuegos de artificio. De esta forma, muchos arquitectos entran, alegremente, a formar parte del circo de la arquitectura.
Sobre todo esto y mucho más va la entrada de hoy. ¿Nos acompañas?
1_ DEL PAPEL AL PIXEL
A principios de este siglo terminábamos la carrera y comenzábamos con nuestra actividad profesional. En nuestra etapa en las aulas, no recordamos demasiada tendencia hacía los fuegos de artificio, ni por parte de los estudiantes, ni por parte de los profesores.
En aquellos tiempos el personaje de Calatrava era eficazmente ignorado y Frank Gehry estaba lejos de hacer peinetas mientras se repetía a sí mismo. De hecho, el arquitecto canadiense, estaba en pleno auge de su carrera con la construcción del museo Guggenheim de Bilbao. Más tarde llegaría el efecto Guggenheim y el que todo alcalde que se precie quisiera tener un Gehry en su pueblito.
En aquellos tiempos, Internet tan solo asomaba la cabeza y las revistas de papel eran quienes ensalzaban o denostaban a los arquitectos del momento. Este sistema, principalmente comandado en nuestro país por las revistas Arquitectura Viva y el Croquis, era quien se erigía como una especie de juez de lo bueno y de lo malo. De esta forma, quizás algunos arquitectos chupaban más cámara de la que les tocaba y otros, directamente, no tenían ninguna posibilidad de pasar a primer plano. Sin ir más lejos, y no sabemos muy bien por qué, en nuestra querida Pamplona hay más de un estudio estupendo que fue ninguneado año tras año.
Con todo ello, quien tenía un reportaje de Ronald Hable, tenía muchas posibilidades de aparecer hasta en la portada y quien se había hecho las fotos con su propia cámara, no tenía ninguna posibilidad de aparecer. Suena crudo, pero así lo vemos.
Así, el encumbramiento, sin control, de arquitectos como Peter Eisenman o Jean Nouvel, derivó en truños como la Ciudad de Cultura de Santiago de Compostela, para mayor gloria de Fraga y rasgadura absoluta de los bolsillos de los contribuyentes, o la fálica narcisista Torre Agbar en Barcelona.
Llegado este punto, también, es justo reconocer que estas revistas hicieron una labor didáctica importante; muchos números del Croquis son una joya, la AV de Breuer es perfecta y otras revistas como Tectónica fueron rigurosas hasta decir basta.
Los entonces Príncipes de Asturias inaugurando la Biblioteca y el Archivo, los dos primeros edificios de la Ciudad de la Cultura de Galicia (acceder).
Con el transcurrir del presente siglo, Internet se fue haciendo fuerte, y dentro de nuestro mundillo arquitectónico aparecieron multitud de blogs de arquitectura, comandados por Plataforma de Arquitectura, y de esta forma, las revistas de papel fueron perdiendo fuerza en favor de la gran visibilidad que se alcanza en el entorno digital.
Esto tuvo de bueno que, en un periquete, pudimos acceder a muchísima información hasta entonces velada –ahora ya no hacía falta gastarte 3.000 euros en un reportaje fotográfico para que alguien te conozca-, y, por contrapartida, que al ser tan fácil publicar, el panorama se ha llenado de cientos de proyectos cuyo valor arquitectónico es cuando menos dudoso. Lo de que los árboles no dejan ver el bosque, se hizo más evidente que nunca.
2_ MUCHO RUIDO Y POCA ARQUITECTURA
Así, en este nuevo panorama, aparecen figuras mediáticas que usando el marketing como si no hubiera mañana van situándose en el estrellato de nuestra arquitectura.
Uno de los casos más evidentes es el de Bjarke Ingels de BIG, que más allá de que algunos proyectos no estén mal, lo que hace es vender a las mil maravillas. Él y otros arquitectos como Dominique Perrault –quien por cierto, tiene un discurso más que limitado–, se ha dedicado a entender quién es su cliente y jugar en una liga con pocos participantes. En este terreno de juego, lo que es importante es aferrar bien los contactos para no tener que competir, cuerpo a cuerpo, con el resto de arquitectos y quedar en evidencia.
En cualquier caso, la capacidad de comunicación de Bjarke Ingels es más que evidente y hay que reconocerle que ha sabido transmitir bien sus ideas, más allá de que te gusten o no.
En realidad, el suyo parece un discurso simplón pero efectivo que no viene de simplificar una realidad arquitectónica compleja, sino de que lo que es simple lo cuenta como tal; lo cual, aunque a él le sirva, no deja a la arquitectura en su mejor lugar.
Bjarke Ingels
Muy de cerca, aunque con más años y, por mucho que le pueda fastidiar, menos glamour, le sigue nuestro arquitecto patrio, Joaquín Torres. Aquí nos encontramos con un escenario similar, pero diferente en algún matiz.
La arquitectura del gallego, no da para mucho. Es pura forma al servicio del dinero. Lo bueno es que sus clientes suelen ser personajes de la farándula o futbolistas. Es un encargo privado en el que el ricachón de turno se deja seducir por la verborrea de Torres y tampoco la cosa va más allá.
Si solo fuera esto, tampoco nos animaríamos a traerle a primer plano. Lo malo y peligroso es que este señor ha sabido mover los hilos como para salir hasta en la sopa en nuestra maltrecha televisión. De esta forma, si ya, entre una cosa y otra, los arquitectos teníamos una imagen lastimosa, con su aparición en la pequeña pantalla, nos acaba de rematar.
Pero bueno… esta situación, no es sólo culpa suya; si los arquitectos hubiéramos sabido cómo acceder a estos medio generalistas que llegan a un gran público, al cual no tenemos acceso, su presencia no sería tan cantosa.
Como positivo del tema es ver que, al igual que Ingels, ha sabido moverse bien dentro de los terrenos de la comunicación; así que, para nuestra desgracia, un diez para su equipo de marketing.
Una pena que otros arquitectos, con mucha más chicha que esta pareja, no sean capaces de simplificar su discurso y se sigan enrocando en que su arquitectura ya habla por sí sola. Y no, la arquitectura no habla, ni dialoga, ni entabla nada. La arquitectura mejora la vida de la gente; pero, incluso cuando es muy buena, lo que cuenta es limitado. Por eso es importante, rebajar el lenguaje y hacernos entendibles para el común de los mortales.
Ah! Y con esto llegamos al tema del lenguaje arquitectónico que ya hemos tocado otras veces (aquí) y que tanto nos gusta a los arquitectos.
A ver… sin tener que hacer mucho esfuerzo, nos viene rápido a la memoria el caso de Enric Ruiz Geli, quien, no hace mucho, nos deleitaba con una especie de performance arquitectónica.
Si recordáis, aprovechando un montón de palabras vacías y juntándolas de manera supuestamente poética, intentaba transmitir una imagen todavía más elitista de lo que muchas figuras de la arquitectura nos tienen acostumbrados. Así, de tanto rizar el rizo (ver aquí), se le veía a la legua la vacuidad de su arquitectura y en consecuencia de sí mismo como arquitecto. Vanidad y orgullo suelen ser dos buenos ingredientes, para camuflar la falta de peso conceptual.
Otros, como Luis de Garrido, también quisieron subirse al carro del famoseo, y después de intentar encajarle un proyecto ridículo a Naomi Campbell, probó fortuna con un proyecto para el jugador de futbol Messi. En ambos casos, el formalismo campa a sus anchas y cualquier interés arquitectónico brilla por su ausencia.
3_ EL PRITZKER DE PIES DE BARRO
En cualquier caso, el ruido mediático es cada vez más ensordecedor y quizás quien mejor le haya cogido el pulso a esto de repetirse y colar forma por arquitectura haya sido la arquitecta Zaha Hadid. Sus artefactos, que funcionan igual de mal a todas las escalas –aunque seguramente hacen menos daño como jarrones o zapatos (menos a quien se los ponga!)-, le llevaron a conseguir hasta un Pritzker, aunque bien sabemos que este reconocimiento está lejos de ser lo que debiera.
Sin ir más lejos, la presente edición del premio, no puede dejar a nadie indiferente.
Al arquitecto chileno, Alejandro Aravena, le seguimos casi desde sus comienzos. A nosotros siempre nos interesó lo que hacía desde Elemental, aunque no podemos decir lo mismo de su obra en solitario. De hecho, hace unos años pudimos entrevistarle en Pamplona y preguntarle por algunas cuestiones que publicamos aquí y aquí.
Así, suena mal que alguien que ha sido jurado de un premio, al año siguiente de abandonar su puesto, reciba el galardón. Aunque solo sea por lo evidente del tema, hubiera sido de buen gusto elegir a otro arquitecto; en este caso, más allá de las fichas que él pudiera meter para ser premiado, quien queda principalmente en evidencia es el propio jurado.
Estamos hablando de que lo pueden recibir gente como David Chipperfield, Steven Holl o Francis Kéré. Vaya… que no parece que hubieran desentonado nada recibiendo el premio y alejando la sombra de la sospecha de esta edición.
A su vez, aunque son muchos los que dudan de las bondades de su actividad en Elemental, en el caso de merecer el premio más importante de la arquitectura, no debiera ser por sus cuatro edificios firmados como Aravena (y que nada tienen que ver con Elemental), sino por el trabajo realizado junto a sus otros socios. Por lo tanto, parece que el premio más que para él debiera ser para la sociedad.
Y ya para terminar lo haremos por donde empezamos, con Santiago Calatrava. Nos da una pereza enorme ponernos a hablar ahora de sus edificios desconchados, de sus artefactos sin contexto o de sus juicios por caída de transeúntes en sus puentes, hoy solo queremos mostrar nuestra sorpresa de que este hombre siga siendo reconocido por un amplio sector de arquitectos.
Que los políticos le sigan llamando, pensando que es una especie de ser renacentista, para dejar su legado y que ellos puedan seguir cortando cintas en Brasil o donde toque, hasta lo podemos entender. Las poltronas y el poder juegan con cartas marcadas que implican mirar para otro lado cuando se trata de sacarse la foto.
Pero si miramos lo que esperaban muchos de los lectores de Plataforma de Arquitectura en una encuesta realizada sobre quién podía ser el nuevo Pritzker, vemos que en Brasil lo tenían claro y apostaban por Santiago Calatrava (ver imagen inferior).
¡De traca! ya no es que no se ponga en evidencia su arquitectura facilona y comercial, sino que se le considere como una referencia dentro de nuestro mundo arquitectónico.
Si no vemos lo evidente, será complicado que lo vea el resto de la sociedad entienda lo que le podemos ofrecer como arquitectos.
Pantallazo del blog de Plataforma de Arquitectura
En cualquier caso, vamos a parar con esta pequeña reflexión sobre nuestro circo arquitectónico, pues este post, solo pretendía dar un rápido repaso al tema y ya se está cogiendo demasiado cuerpo.
En fin, que la sociedad a la que servimos se merece todo nuestro respeto y lo mejor que le podemos regalar los arquitectos, en contraposición al circo de los horrores descrito, es arquitectura. Por suerte, más allá de este espectáculo, sí que hay vida y esta vida sigue apostando por la humildad y la coherencia como banderas de la arquitectura.
Autores: Agnieszka Stepien y Lorenzo Barnó
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