LA LOCURA DE CONCURSAR HOY EN DIA 2/4
Como ayer no terminamos de sacar todas las lágrimas que vamos almacenando, continuamos con nuestra visión más o menos pesimista y con cierto aire melancólico de lo que han sido, son y pudieran ser los concursos de arquitectura. A ver si hoy nos sale un post un poco más alegre, aunque no creemos que sea tarea fácil.
Los concursos públicos de arquitectura, se suponen que reparten el trabajo de la administración de manera supuestamente justa, (en el caso de que no haya ningún tipo de amiguismo), no creemos que sean la panacea que nos han ido vendiendo.
De hecho vencer a cien compañeros o más, que han dedicado (o más bien regalado) un mes de su vida a trabajar sin descanso para presentarse a un convocatoria pública y tener opciones de conseguir ese encargo, supone un desafío lo suficientemente grande para quitarle la ilusión a cualquiera.
Por entroncar con el articulo de ayer, al modelo de estudio que os describíamos formado por: profesor – legión de estudiantes, hay que sumar el de estudios de arquitectura formado por buenísimos arquitectos, que terminan siendo nuevamente AUTÉNTICOS ESPECIALISTAS PARA LA REALIZACIÓN DE CONCURSOS, y que además de tener muchas tablas, proponen ideas de manera rápida y acertada, controlando al máximo la maquetación y la presentación del concurso.
Porque esa es otra, las ideas brillantes por si solas no llegarán muy lejos, necesitan de PUESTA EN ESCENA. Nos guste o no, es tan importante o más, cómo lo cuentas, que lo qué cuentas. De esto no se libra ninguna disciplina y mucho menos la arquitectura.
Esta puesta en escena, cuando se realiza de manera lógica y controlada amparando la idea del proyecto, la encontramos justa y necesaria. Aquí será cada concursante el que tendrá que demostrar mayor habilidad para cautivar al jurado con la adecuada represtación de la arquitectura que se propone. Como dice Luis Fernández Galiano, “en un concurso con cien propuestas, lo habitual es realizar una primera criba donde solo queden diez de ellas, siendo éstas elegidas principalmente por la puesta en escena que hayan sido capaces de recrear. A partir de aquí será cuando el jurado se meta a valorar el contenido de cada una de estas diez ideas”. Esto que quizás sea un pelín exagerado y que desde luego no es lo ideal, es la realidad que todos sufrimos cada vez que te planteas hacer un concurso de arquitectura.
El problema de esta puesta en escena, en realidad empieza, cuando se convierte en un fin en si mimo, y empezamos a hablar de arquitectura virtual con poquísimas posibilidades de poderse construir con éxito. Dentro de este tipo de propuestas, en nuestra opinión, se encontraría gente como Zaha Haid, que se ha convertido en el escardarte de lo que las cosas parecen y luego no son. Todo ello acarrea un grave peligro cada vez que la arquitecta iraní gana un concurso. Y para muestra un botón, que bien pudiera ser su propuesta para la península de Zorrozaurre (Bilbao), quedando esta interesantísima zona vendida a LA MEGALOMANA ARQUITECTURA DEL ESPECTÁCULO, y mira que en la escuela se cansaban de decirnos que el urbanismo es un arte de acupuntura urbana, de respeto, estudio y sensibilidad, pues de todo esto, poco o nada.
Otro compañero de estrellato; Jean Nouvel, el que para nosotros fuera uno de los arquitectos más interesantes, antes de estrellarse engullido por su propio ego, viene a decir “Me río de la historia de la arquitectura. La historia se crea cada día integrando cosas que no estaban contenidas en ella”. Y no será más sensato, provocar esta integración sin necesidad de reírse tanto.
A toda esta preocupante realidad, hay que sumarle el peligro de convertir esta arquitectura de portada en referente para los estudiantes de arquitectura, que no dejan de ser bombardeados por esta arquitectura mediática que esclaviza la creatividad al dictamen formal de la moda de turno.
Pero bueno… es lo que hay, como en todas las facetas de la vida, unos pocos dan la de la cal y demasiados la de arena. Rescatemos del recuerdo el comentario del bueno de Julio Cano Lasso “Hemos de sentirnos herederos del pasado, de todas las culturas que nos han precedido, y ello nos hace más ricos y más libres” aquello sí que eran star-system (sin quererlo ser) y no lo que tenemos ahora!
Y desde aquí llegamos a una de las claves del asunto. Quién es el que decide cual será el proyecto vencedor de esa marea de ilusionados arquitectos y que recibirá el encargo de llevar a delante la idea ganadora.
Para bien o para mal, los JURADOS no están compuestos en su mayoría por arquitectos sino más bien al contrario, y si hay suerte nos encontraremos un par de arquitectos que puedan defender a la profesión que ha quedado entregada a los designios del político de turno. Y decimos de turno, porque a parte de que muchos están literalmente de paso, son gente que muchas veces no entiende los planos que se han presentado en las propuestas de los participantes. Así que a buen seguro, se dejaran llevar por los fuegos artificiales que más destellen en las engañosas imágenes virtuales que pueblan los paneles de los concursos.
Ante este panorama, es evidente que en principio no es fácil que se pueda decidir nada de nada con cierta coherencia, y que honestas y brillantes propuestas que no han apostado por el espectáculo, queden en el más completo de los anonimatos.
Y llegado a este punto, si has tenido la inmensa fortuna de ser uno de los ELEGIDOS para la recta final del concurso, la aventura no ha hecho más que empezar. Elegidos y no elegido, pues normalmente la administración (amparada por la ley de contratos) no da un solo ganador, sino que ganan tres. Y por qué ganan tres, porque así nos pueden ahogar más todavía.
Ahora llega lo mejor de la película. Y la escena es de lo más triste. La puntuación de tu propuesta no se basa en la calidad arquitectónica, esta parte suele ser sólo un porcentaje de la nota. El resto de la calificación final se compone de los puntos que te den por hacer el proyecto a la velocidad del rayo y por supuesto pidiendo muy poco dinero por hacer el futuro proyecto de ejecución, vaya, que en algunos casos te puede llegar a costar dinero la broma de ganar el concurso.
Todos sabemos que un proyecto de escala media, puede necesitar tres o cuatro meses para ser redactado con un mínimo de rigor, y cumpliendo las miles de normativas y la nueva Biblia constructiva y legal, en la que se ha convertido el farragoso CTE. Pero no señor, no esperes que te den ese prudencial tiempo, que serviría para hacer buen uso de ese dinero público, que por ser de todos es el más importante. Para ganar el concurso has tenido que decir que se hará en mes y medio o dos meses como mucho, es decir, en la mitad de tiempo de lo que sería deseable, para poder llevarte todos los puntos de este apartado. En este caso no se cumple el dicho del tiempo es oro. Mas bien será al revés, el poco tiempo en que se hará el proyecto, es sinónimo de un proyecto redactado de manera insuficiente y que luego encarecerá la ejecución de la obra, además de bajar la calidad de la mima, si o si. En este punto es dificil no estar de acuerdo. Realmente es una locura hacerlo así, pero como no asegures que lo harás en el PLAZO mínimo olvídate de tener opciones de ganar. A pesar de ello todos seguimos pensando que la clave para un buen proyecto es tener tiempo, y poder pensar despacio. Vaya justo lo contrario de lo que se nos obliga a aceptar para poder estar en la pomada.
En el futuro nos acordaremos de Octavio Paz cuando decía que “la arquitectura es el testigo menos sobornable de la historia”. Y está claro, que el mundo de los concursos no es más que puro reflejo de los tiempos de prisa y descontrol que nos está tocando vivir. Todo es para ayer.
Visto así, parece que la administración está convencida que para tratar con arquitectos lo mejor es hacerse a la idea de que estamos en el mercadillo y se nos puede aplicar aquello de “bueno,bonito y barato”. Triste pero cierto.
mañana más, y esperemos que mejor …
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