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ENTREVISTA CON MIGUEL FISAC

Fisac MIGUEL EN STEPIENYBARNO

Hoy rescatamos la entrevista que, en el 2003, le hacía Rosa Montero a uno de nuestros arquitectos de cabecera, para el diario español “El País”.

Extracto de la entrevista:

– Usted siempre ha ido arquitectónicamente contra corriente. Cuando empezó a trabajar en España triunfaba el estilo imperial…

Bueno, sí, el panorama era un desastre. Lo primero que hice fue lo del Consejo de Investigaciones Científicas, con columnas y esas cosas, tomado un poco del novecento italiano. Pero cuando ya lo vi hecho no me gustó. Y me dije, tengo que hacer algo distinto. Y empecé a estudiar a los avanzados, a la vanguardia, con Le Corbusier y todo eso. Fui pensando y evolucionando a mi manera. Nunca fui un teórico, los libros de arquitectura me aburren. Fui viajando y viendo cosas. Y así he ido desarrollando una manera de hacer. Primero hay que preguntarse para qué sirve aquello que te encargan, después dónde está… Esto del dónde me lo enseñaron los del movimiento moderno, porque me pareció un desprecio tan olímpico el que hacían del paisaje y de las vecindades que tenían que… Sobre todo Mies van der Rohe, el de más categoría, pero que estropeó una plaza en Berlín.

– O sea que cuando dice usted que eso se lo enseñaron los del movimiento moderno se refiere a una enseñanza negativa. Lo que aprendió fue que no quería hacerlo así.

Eso es. Uno tiene que preguntarse primero el para qué de la obra, y luego el dónde. Si está en medio del campo, o en la costa, o en el Pirineo. Hay que hacer las cosas de manera distinta, desde los materiales a todo, dependiendo del lugar.

– Sus cuatro pasos de actuación son el para qué, el dónde, el cómo, que es la resolución técnica, y el no sé qué, que es el gusto, el sentido estético, la belleza.

El sentido del gusto es una cosa muy difícil de explicar, yo lo cogido viendo las cosas que me gustaban y después estudiando por qué me gustaban. La arquitectura japonesa me ha enseriado muchísimo.

– En las entrevistas que hizo inmediatamente después de recibir el Premio Nacional, dijo usted que Le Corbusier y Mies van des Robe eran un camelo.

Bueno, dicho así es un poco… Yo fui a aprender de ellos enseguida vi que no, que no. La primera cosa que vi de Le Cobusier fue el pabellón suizo de la ciudad universitaria de París, y analicé un poco la obra y vi que no llegaba.

– Yo he estado en Chandigar, la ciudad utópica que creó en la India para Nehru en 1953, y desde luego es algo completamente contrario a la idea que usted tiene de una arquitectura humanizada.

No he visto Chandigar pero desde luego creo que Le Corbusier no sabía nada. Ni el para qué, ni el cómo, ni nada. Eso sí, era un comunicador impresionante. Hay una anécdota tremenda que lo define completamente. Un arquitecto mexicano amigo mío llegó un día al estudio y me dijo: vengo de París, indignado. Iban a tener un congreso de arquitectura en México al año siguiente, y habían pensado en invitar a una figura eminente; decidieron que fuera Le Corbusier y que, en vez de escribirle una carta, alguien debía ir a Paris a pedírselo en persona. Le tocó ir a mi amigo, y llegó al despacho de Le Corbusier y explicó que quería verlo y por qué. Le dieron una cita para dos o tres días después, mi amigo fue, le tuvieron esperando una hora y al fin se abre la puerta y entra Le Corbusier. Se saludaron de pie y de pie se quedaron, porque a mi amigo no le ofrecieron sentarse. Entonces el hombre explicó a lo que venía. Y Le Corbusier, como un palo sin hacer un gesto. Y al final dijo: «¿Usted por qué cree que Dios es importante?». El otro se quedó… Y contestó el propio Le Corbusier: «Porque no se le ve. Adiós». Y lo echó.

– En general usted siempre ha hecho lo que quiso. Le ofrecieron construir un rascacielos en Benidorm y se negó.

Me ofrecieron el rascacielos de Benidorm. Me dijeron, es una playa que no tiene ninguna construcción… Y yo, que por entonces estaba indignado porque estaban estropeando todas las playas del país, les dije: miren ustedes, si no tuviera dinero para darles de comer a mis hijos a lo mejor les decía que sí, pero, vamos, tendría que ser una cosa muy grave para que aceptara esto. Y ellos se escandalizaron, porque había muchísimo dinero en juego. Hubieran sido los mayores honorarios que jamás he cobrado, pero mientras uno pueda evitar estas cosas, pues…

– También es usted Inventor. Ha registrado una quincena de patentes, desde vigas de hormigón a ladrillos especiales, lámparas, muebles…

Eso de los muebles se lo debo a Loscertales. Había una casa de muebles que se llamaba Loscertales, que eran una imitación del estilo Isabel II y eran horribles. Y en cuanto que dejabas una habitación libre enseguida te la llenaban de cornucopias y cosas así. De modo que los inventos los hice por necesidad, para que ya no me pudieran meter más muebles y destrozarme las habitaciones.

-Y ahora está con una última patente, su invento más importante, un método de prefabricación de casas.

Sí, es un invento muy gordo que yo no veré, pero que se hará, aunque llevará su tiempo. Es que los materiales prefabricados que hay me parecen horribles, todos consisten en hacer grandes piezas de hormigón… Pero si el hormigón es algo que se puede transportar fácilmente, porque es líquido… A mí me encantan las patentes de sentido común; por ejemplo, la máquina de coser del señor Singer, que consistió en inventar una aguja con el ojo en la punta.

– Después de pasarse mucho tiempo sin trabajar, vuelve a ganar concursos; después de haber sido ninguneado, hoy es uno de los arquitectos más admirados por los jóvenes estudiantes…

A mi no me gusta ser profesor, no me veo aprobando y suspendiendo, no sé. Pero una cosa que sí que hago es que vienen treinta o cuarenta chicos aquí y se sientan en el suelo y me preguntan y yo hablo de arquitectura un par de horas, eso sí me gusta porque les cuento lo que yo siento de la arquitectura, y siento mucho, porque tengo verdadera obsesión.

– En una entrevista que hizo en 1982 decía usted que estaba «estudiando para viejo». ¿Ya ha aprobado esa materia?

Pues sí, pues sí. En realidad, cuando cumplí 70 años me dije: una de las cosas que ahora ya tienes en primera línea es morirte. Y entonces empecé a estudiar un poco la muerte. Vi que era algo que utilizaba mucho la gente que mandaba. Es decir, utilizan el miedo a la muerte, porque por ese miedo la gente acepta todo lo habido y por haber. Luego lo primero que hay que hacer para ser libre es perder el miedo a morir.

– ¿Y cómo se consigue eso?

Pues yo empecé a estudiar por un lado y por otro e hice grandes descubrimientos. En primer lugar descubrí que no se puede contar ni con la sociedad civil ni con la religiosa, porque ambas cuentan con la muerte como arma muy poderosa; de manera que no quieren apaciguar el miedo. Y luego, buscando descubrí dos cosas muy importantes para mí una en el registro religioso y otra en el científico.

El caso es que yo me puse a buscar por otro lado y encontré a una figura que desconocía porque no la conoce casi nadie, que es Jacob Lorber un músico y profesor que tuvo una visión interior y que durante 24 años, de 1840 a 1864, escribió lo que esa visión le decía.

– Y eso es lo más cercano que ha encontrado usted a su propia idea espiritual.

Sí, lo más cercano. Y por otro lado he encontrado una ciencia, que es la ciencia moderna. Es decir, la física supuestamente se acababa con Newton, pero no se acabó, sino que siguió. Y llegaron Einstein, y Planck, y luego vino le mecánica cuántica, tienen que inventarse una mecánica distinta de la de Newton para poder explicarse lo que ya conocen, y llega un momento en que la física se encuentra con el espíritu, ya no estamos hablando de materia sino de antimateria. Y luego llega Heisenberg, que es el inventor de la teoría de la incertidumbre, que se acerca ya a lo espiritual…

– O sea, al misterio…

Exacto, al misterio. Y los tres premios Nobel de este año van por el mismo campo. Y Lorber hablaba de esto ya en 1840. Hace muchos miles de años empezó el tiempo, antes no existía el tiempo. Y nosotros como humanos, estamos en el tiempo y estamos en la materia, pero cuando salgamos de la materia no es que se haya acabado todo, es que se ha acabado la materia. Y hay muchos testimonios de gentes qué han estado en coma y luego han vuelto, y que han visto luces, cosas. En realidad uno no se muere. Lo de la muerte es un paso que puede ser sencillo, o durísimo, o medio duro. Pero una vez que sale el espíritu del cuerpo simplemente pasas a otra cosa. En fin, yo estoy completamente convencido de que no me voy a morir.


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